Jóvenes con botes de bebidas energéticas en los descansos de los institutos, en las bibliotecas mientras estudian... o en los bares mezclándolas con alcohol. Es ya una imagen muy habitual. Algunos estudios aseguran que su consumo entre adolescentes ha subido entre un 20% y un 50% en los últimos diez años. Por eso hemos querido poner el foco en este tipo de bebidas para analizar los peligros de un exceso en su consumo. Lo hemos hecho con Rosa Porro, responsable de cardiología del hospital Quirón salud de Cáceres.
Su peligrosidad depende de varios factores, asegura: de la cantidad que se consuma y de la frecuencia, ya que crean dependencia y tolerancia. Apunta a que las personas con menor peso corporal tienen mayor riesgo de presentar efectos tóxicos por la cafeína. Y es que una lata de 33 centilitros de este tipo de bebidas equivale a cuatro cafés. Recuerda que este tipo de bebidas no son refrescos, ni bebidas energéticas por su alta cantidad de cafeína.
Una lata, cuatro cafés
Los síntomas más comunes que produce su consumo son nerviosismo, ansiedad, inquietud y, sobre todo, trastorno del sueño, explica Rosa Porro. En algunos casos, incluso, se producen alteraciones del comportamiento, aumentando la agresividad del sujeto.
Y por supuesto, su consumo no es recomendable ni compatible con la ingesta de medicamentos. Además, a la hora de mezclarlas con alcohol, neutraliza el efecto sedante y, por lo tanto, la persona se mantiene en alerta durante más tiempo, consume más alcohol y disminuye así su percepción de estar bajo una intoxicación etílica.