Un 13 de noviembre, de hace 20 años, ocurrió el mayor desastre ecológico de España. El petrolero griego Prestige se paró frente a la costa gallega por un problema en el casco. Seis días más tarde se partía en dos.
Iba cargado con 77 mil toneladas de fuel, muchas de las cuales quedaron esparcidas por el mar y tiñeron de negro 3.000 kilómetros de costa. Afectó a 200.000 aves, 23.000 se recogieron muertas.
La labor de limpieza del mar y de la costa se convirtió en prioridad. Participaron miles de voluntarios de todo el país. También de Extremadura y de Guareña, en donde un grupo de amigos universitarios se plantearon ir en coche para ayudar. Esa idea se convirtió al final en dos autobuses de jóvenes respaldados por la Universidad de Extremadura.
Al llegar, se dieron cuenta de la dimensión del desastre. "La experiencia fue muy dura y de alguna manera nos hizo más mayores" explica Nova Barrero, una de las organizadoras del viaje.
Así lucharon contra el chapapote
Protegidos con EPIS, Equipos de Protección Individual, y guantes, a los voluntarios les asignaban una parte de la playa para limpiar. Podían estar unas cuatro horas en la playa quitando los restos de chapapote, no más tiempo, para prevenir intoxicarse.
Pero no se terminaba nunca, al día siguiente volvían a estar los restos de fuel en el mismo lugar, nos explica Juan Manuel Serrano. Ante el desaliento que producía en los voluntarios que siempre regresara la suciedad,
Pedro García, otro voluntario de Guareña, nos explica que uno de los bomberos les animaba diciendo que no mirasen al mar, sino a los contenedores llenos de chapapote que ellos habían llenado, y que ya no volverían a contaminar.
La acogida de los vecinos del pueblo fue muy calurosa, reconociendo la labor de aquellos jóvenes. Aunque también estaba esa otra parte más crispada de la organización. Nova explica cómo en las reuniones se palpaba la tensión, ya que faltaban EPIS y los que estaban disponibles no se podían utilizar porque no tenían serigrafiada la institución que los aportaba.
De regreso a Extremadura, el autobús en el que viajaban tuvo un accidente, con algunos heridos. Un susto que no empañó la experiencia y todo lo que aprendieron esos días. "Lo mejor fue ver cómo tanta gente se unía para colaborar y echar una mano", porque "ellos estaban todos los días al pie del cañón y toda la ayuda que llegaba de fuera les venía fenomenal."
Lo cierto es que 20 años después aún quedan restos en las playas. Pasarán muchos años hasta que puedan desaparecer.