10 Agosto 2023, 15:57
Actualizado 10 Agosto 2023, 22:46


La Salomé de Magüi Mira no es la Salomé de Caravaggio. Ni la de Tiziano. Ni tampoco es la pecadora que nos cuentan los Evangelios y la Contrarreforma Católica. 

Belén Rueda se desgarra interprentando a una princesa que no quiere nadar en opulencia. Y se rompe soñando con escapar de palacio y con huir de su acosador, el rey Herodes de Antipas. Y hasta de su propia madre, la reina Herodías: "llegará un mundo nuevo y caminaremos con la frente alta", afirma mientras se mueve pero parece que danza, en medio del escenario del Teatro Romano (todos sus movimientos están dirigidos por el reputado coreógrafo Yosuah Cienfuegos).

El mundo nuevo del que habla Salomé es el mundo nuevo que anuncia Juan el Bautista, del que no puede evitar enamorarse y al que busca encadenarse. El profeta es Pablo Puyol, que canta en forma de lamento desde su mazmorra. La mazmorra no se ve, pero se siente: está debajo de las mesas que albergan la desmesura de la vida palaciega. 

Son mesas de carpintero, diseñadas por Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán: enormes, repletas de fruta, vino, conejos, aves y corderos. Sobre ellas se mueven los ricos y debajo, se esconden los pobres y también las sabandijas.

Luisa Martín se se llevó una de las más largas ovaciones

El profeta no lleva pieles de camello como en la Biblia sino que invoca al animal de su homónimo evangelista. El águila y la cadena lo acompañan mientras sigue predicando contra los vicios que, según él, representa la madre de la princesa. 

Luisa Martín es esa madre, la reina Herodías, una mujer rota por el maltrato de su exmarido, pero que quiere ser libre. La actriz transita todos los extremos de un personaje siempre al lado de hombres abominables. Y lo hace eligiendo el camino de la ironía, de la amargura y de la venganza contra el Bautista. Se llevó una de las más largas ovaciones del público.

Luisa Martín se llevó una de las ovaciones más largas en el estreno

 

Un Herodes con alma y una guardia con figurantes de Mérida

Al indeseable Herodes lo representa Juan Fernández, que desde que ha llegado a Mérida, ha confesado tener entre sus manos uno de los mejores papeles de su vida. Tiró de alma, aparte de tirar de oficio, sobre el escenario del Teatro romano.

Junto a él, una guardia a lomos de caballos coreografiada por Pedro Almagro. Son caballos agitados y como una manada de hienas se desternillan a costa del dolor y la podredumbre. La forman Antonio Sansano, Jorge Mayor, José Fernández, José de la Torre y figurantes emeritenses.
 
El mismo viento que obsesionaba a Herodes en el texto de Oscar Wilde le anuncia en Mérida la tragedia. Mujeres destrozadas por hombres poderosos usan sus propias armas, que son las únicas que les quedan, las de la seducción.

Y falta en esta crónica Sergio Mur, que no falta, sin embargo, en ningún momento durante la obra. Sirio es un ángel que todo lo ve, un creador, un narrador, una voz de la conciencia. Es el destello que se mueve con poesía sobre los bodegones barrocos que son las mesas de la escenografía. Y es también los brazos y las piernas que vemos en la Capilla Sixtina y en tantas otras obras de arte en las que sus pintores han querido representar el movimiento.

'Salomé' ilumina la seducción como el camino al deseo y al placer. Y oscurece los resquicios que la convierten en pesadilla. Y lo hace de forma bella. Ayer Ceres vio sobre todo eso: belleza sobre su escenario de Mérida.