Detrás de la fragilidad de la salud mental entre los jóvenes, entre otras cosas, están las redes sociales y los cánones de belleza imposibles que en ellas aparecen. En nuestro país entre el 2% y el 3% de la población sufre dismorfia corporal, una enfermedad mental por la que no se puede dejar de pensar en algún ‘defecto’ en su apariencia. Se trata de una de las patologías con una mayor asociación al suicidio.
Según un estudio interno de Facebook, Instagram empeora los problemas de imagen corporal de una de cada tres adolescentes. El 32% de esas adolescentes dijeron que, cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram las hacía sentir peor. En Noruega, los instagramers y las marcas ya indican si las imágenes que publican con fines comerciales llevan filtro o han pasado por Photoshop. En Francia las publicaciones de moda están obligadas a indicar cuándo las fotos han sido retocadas.
Este no parece un tema baladí cuando 400.000 jóvenes en nuestro país sufren trastornos de conducta alimentaria relacionados con la reproducción de unos cánones de belleza inalcanzables y a menudo falsos.
De todos estos temas hemos conversado en el programa Ahora Extremadura con la instagramer Cristina Dávila (@Cristipititi) y la psicóloga Pilar Lavadiño, del movimiento asociativo de FEAFES.
Cristina, además de en las redes, trabaja como docente. Ha explicado cómo aprovecha su profesión para concienciar a sus alumnos a que vean las redes sociales como algo accesorio a su vida real, por lo que les recomienda formarse y desarrollarse como personas y no centren sus vidas en unas plataformas donde lo que se publica no es real.
En este sentido, la psicóloga Pilar Lavadiño asegura que los y las jóvenes "saben cómo son en realidad, pero el problema es cómo quieren ser vistos." Ha manifestado que no hay que demonizar las redes sociales, que "no son el motivo por lo que a los chicos y chicas les surgen problemas de salud mental". Desde el movimiento asociativo se aprovechan las redes sociales para hacer llegar su mensaje a los jóvenes.
