Tres Antígonas en una, o muchas más, porque también se refleja en otros personajes, incluso en cada individuo. Desde el texto y desde el cuerpo, nos encontramos con la Antígona niña, con la adulta y con la que habla desde el encierro de su tumba. Casi en una misma línea temporal todas, porque en el delirio, desaparece el tiempo.
Ana García es el eco de la palabra de María Zambrano, autora de `La tumba de Antígona´, la que va haciendo ese recorrido por todo un universo emocional y de sentimientos que tienen su reflejo en el movimiento que plasman Cristina Pérez Bermejo, desde su Antígona adulta, y Elena Rocha, desde la Antígona niña.
Antígona es "una niña observadora, inquieta, cuidadora", explica Elena Rocha que hace "una búsqueda a través del cuerpo para traer a esa niña al escenario". Mientras que a la adulta le toca vivir con el error del padre y le acompaña en su exilio. Cristina Pérez explica cómo "es condenada por querer ofrecer a su hermano unos ritos funerarios y libaciones para lavar su cuerpo, a pesar de estar prohibido. Lo hace porque el amor y el cuidado está por encima del poder, porque no está de acuerdo con las leyes antiguas, como dice Zambrano".
La Antígona que habla desde su encierro en la tumba, afirma Ana García, está "más enfocada al nacimiento de la palabra, la Antígona escuchada. Se trataba de descubrir que no había que llegar a ninguna parte, sino simplemente ser y escuchar. Escucharla a ella, a María Zambrano, seguir la palabra, porque te da una partitura emocional muy limpia".
Concluyen todas que la humanidad lleva una Antígona dentro porque todavía se mantienen las disputas y las guerras. Llegar a la verdad y a la calma es un trabajo intenso que, en este caso, se hace en esa parte del camino que está entre la vida y la muerte, y desde el amor.