30 Agosto 2022, 13:45
Actualizado 31 Agosto 2022, 07:56

En el principio, los papeles femeninos los interpretaban hombres: ¿percibía el público a una mujer real?. Hombres de voz atiplada o adolescentes, hasta que les cambiaba la voz. Las mujeres iban al teatro, pero se les asignaba otro lugar para sentarse. Se las separaba del resto mediante una fila de esclavos. Algunas de las mujeres de la casa imperial buscaron el subterfugio de acompañar a las vestales en Roma para escapar de esta posición arrinconada. A las vestales se les reservaban los mejores sitios. Los investigadores imaginan también que las esposas de los notables provinciales (como en Mérida) buscarían también alguna estrategia para no sentarse en las peores filas. Y suponen que su familia (es decir, su marido) apoyaría esta cuestión. También había prostitutas: esperaban a que ellos salieran: no entraban nunca. Eran de clase baja, las controlaba un proxeneta (un leno) y no cobraban bien. 

Gustaba más el circo, porque el teatro era considerado más elitista: esto viene de antiguo. Siempre se nos ha dicho que, en las tragedias, las mujeres son heroínas porque salen a la vida pública, pero todas tienen lugar en el oikos: tampoco salían tanto. "Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. Necios. Preferiría tres veces estar a pie firme con el escudo que enfrentarme al parto una sola vez", dice Medea (echamos de menos a Medea). Ninguna mujer tenía categoría de ciudadana, ni en Grecia ni en Roma: no podían participar en los órganos de gobierno, ni acceder a cargos públicos, ni intervenir en el ejército o las reuniones de los hombres. En Esparta había escuelas para niñas, pero Esparta es un caso único.

La tumba de Antígona
La tumba de Antígona. Foto: Jero Morales / Festival de Mérida

El teatro, para los romanos, era parte de los ludi scaenici, los juegos escénicos, una parte de los juegos públicos que se celebraban en torno a los dioses. En los días destinados a su celebración, se suspendía toda actividad profesional, comercial y pública, para que todo el mundo acudiera. Se celebraban ante los dioses y ante los hombres. No era solo “pan y circo”: era un espacio de comunicación social que mostraba las formas de relación del romano con el mundo (ojo: del romano. No de la romana, en general). Se hacían sacrificios: el Cristianismo los prohibió. La cultura griega, por su parte, era una cultura del canto y de ese canto se ocupaban las mujeres (piensen en Safo). Se cree que el teatro surgió así. 

En este contexto, cómo es que hay personajes femeninos tan potentes, nos preguntamos. Algunas profesoras (atención: profesoras) sostienen que uno habla de lo que conoce y que no se podían haber escrito personajes como Medea, Antígona o Clitemnestra sin que los autores hubieran conocido a mujeres que se saltan las normas.

El Festival de Mérida es un festival grecolatino. Esto quiere decir que, con excepciones, las obras que se representan se escribieron en el siglo V antes de Cristo. Decimos "con excepciones" porque nos encontramos muchas piezas clásicas de Shakespeare, como "Coriolano" o "Julio César"; y también obras de nuevo cuño, con el único requisito de que se desarrollen en Grecia y Roma, como ha pasado este año con "Minerva" o "El aroma de Roma" o "Safo". Depende de lo ancha que se tenga la manga, algunos críticos lo aceptan y a otros les exaspera. 

Seguimos echando de menos a Medea. 

Contamos todo esto porque, sí, en las obras grecolatinas, las mujeres son comparsas. Hay grandes personajes femeninos (Hécuba, Antígona, Fedra, Clitemnestra, etc.) pero la acción la llevan los hombres. En "Antígona", por ejemplo, el peso de la tragedia recae en Creonte y, en "Medea", la hamartia (el error que desencadena los hechos) lo comete Jasón. Era un mundo predominantemente masculino en el que se hace decir a las mujeres que son débiles, que han de estar calladas, que su lugar es la casa. 

Lo escribió el profesor John Gould: “Las mujeres no forman parte, no pertenecen al orden masculino de la sociedad civilizada. Su presencia debe ser explicada en otros términos. Por un lado, amenaza continuamente con transgredir la estabilidad de ese orden o de subvertir su continuidad, con salirse del lugar que se les ha asignado en su parcial incorporación a ese lugar. Pero, por otro lado, las mujeres son esenciales para ese mismo orden: son productoras y vigilantes de riqueza y de hijos, garantes de la sucesión legítima, guardianas de la casa (oikos) y de su hogar. Los hombres son sus hijos y, mientras niños, son criados por y entre ellas. Al igual que la tierra y los animales antaño salvajes, deben ser domesticadas y cultivadas por los hombres, aunque su naturaleza ‘salvaje’ constituye siempre una amenaza posible”.

Minerva
Minerva. Foto: Jero Morales / Festival de Mérida

De aquellos polvos (de estas tormentas de arena, diríamos) vienen estos lodos: la mujer está subrepresentada, en general. En el mundo de la cultura también. Es una de las críticas que se han hecho al Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Este año, en respuesta, ha habido muchas más mujeres, tanto en escena como en las labores de dirección y dramaturgia, y más riesgo en la programación que en otras ediciones. Y ya sabemos, porque también lo sabemos, que el público al riesgo no responde bien: responde bien a actores televisivos. En Roma pasaba igual: la gente respondía mejor a la comedia que a la tragedia: el público de la tragedia era más selecto. 

Más riesgo

Ha habido más riesgo en la programación de un Festival que, además, incorporaba el escenario del Teatro María Luisa a su programación. Una obra internacional, venida de Buenos Aires: un Shakespeare que era Shakespeare aunque se escuchara trap y los personajes femeninos estuvieran interpretados por hombres y viceversa: "la dicción pertenece a los dos sexos", decía Mario Alarcón. Aunque hayamos sido objetos de intercambio o premios del combate o de los juegos o estemos expuestas siempre a la posibilidad de la agresión masculina o hayamos de encarar la viudedad, el rapto o la esclavitud. 

Escribían. Las mujeres escribían. Lo hacía Safo, por ejemplo, pero su poesía también reflejaba temas de su mundo privado: las mujeres, las joyas, las flores, la música, la danza, la sensualidad, el afecto, el amor… "Compones diez mil versos. Solo sobreviven 192. La historia es muy larga y a veces guarda silencio. El mundo es del tamaño de un mar, aproximadamente. Un mar que tendrá una luz que se llamará Alejandría. Y un templo, Atenas. Y un camino que se llamará Roma. Y una tumba: Troya", escribía María Folguera en una de esas obras arriesgadas, plásticamente bellísimas, que hemos disfrutado este año. Escribían Corina o Anite, pero también son poesías locales, íntimas, del espacio íntimo. Siempre privada y limitada: Corina decía: “Siendo mujer, no pretendo competir con Píndaro”.

Safo
Safo / Foto: Jero Morales / Festival de Mérida.

En belleza, hay una obra que se lleva la palma: "De Sheherazade", de María Pagés: posiblemente, de las cosas más bellas que hemos visto en ese teatro en toda su historia. Las mujeres paraban los abanicos para escuchar los abanicos de las bailaoras. A pesar del calor. Los libros, la Bernarda con la vara, la primera contadora de historias, digna sucesora de Enheduana (una de las primeras escritoras de las que se conserva el nombre, hace más de 4300 años). Rafaela Carrasco también ofreció un ballet flamenco bellísimo: tres hemos tenido este año. Añoramos alguna función de ballet clásico.

Y echamos de menos a Medea, pero hemos tenido una "Antígona" impagable. Lo he repetido mil veces: qué buenos son O Chapitô. En general, no ponemos peros a la programación del María Luisa: Nao d'Amores, el Ballet Regional de Murcia, Els Joglars y Las niñas de Cádiz también pisaron su escenario. Ojalá siga a este ritmo en ediciones posteriores.

La representación extremeña ha venido por una obra de nuevo cuño, de las que comentábamos antes, escrita por Assumpta Serna y Scott Cleverdon, protagonizada por ella misma a las órdenes de él y con sello de Samarkanda Teatro y que hablaba de temas actualísimos, como el aborto, las relaciones homosexuales o lésbicas, el suicidio o el buen morir, que tan actualísimos, descubrimos, no son. Y por el homenaje que Karlik Danza Teatro le ha hecho a María Zambrano cuando se cumplían 30 años justos de la primera (y única) representación de "La tumba de Antígona": ese texto bellísimo construido en varios espacios, con todos los lenguajes posibles. Antígona es símbolo de la adversaria de la razón de estado. Su desafío es tan abierto que Creonte dice: “De ahora en adelante ya no seré yo el hombre, sino ella, si puede conseguir un triunfo semejante”. Defiende la casa y la sangre. Zambrano la utilizó para hablar de la guerra entre hermanos, del exilio, de las torturas que infligieron a su hermana Araceli, del poder sin límites. 

Como dice el crítico Juan Ignacio García Garzón: "Se está convirtiendo en una tradición no formulada que en los montajes de los grupos extremeños incluidos en la programación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida aliente, por lo general, una ambición artística superior a la de no pocos de otros espectáculos presentes en el certamen".

El aroma de Roma
El aroma de Roma / Foto: Jero Morales / Festival de Mérida

Ha habido espacio para el humor, con "El misántropo", para el asombro ("El aroma de Roma" fue una sorpresa mayúscula: un mago metido a director de musicales que crea esa maravilla con un elenco genial y un Javier Canales impagable) y para lo que sabíamos que iba a pasar: que, cuando dirige Pep Antón Gómez, se cuelga el cartel de "no hay entradas". Siempre. Este año venía con Carlos Sobera y Elisa Matilla. 

Los números

Y, aunque a esta periodista las cifras le dan más igual que la calidad de los espectáculos, siempre hay balance económico. La programación escénica en Mérida, Medellín, Regina, Cáparra y Madrid atrajo a 86.709 espectadores En el teatro romano de Mérida, 74.673. La taquilla obtiene un superávit de 225.000 aproximadamente y la recaudación total ha sido de 1.784.727,75 euros. El año pasado hubo más recaudación, porque, aduce Cimarro, no hubo venta anticipada, que llega con descuentos del 30%. Es, también, el verano "todo el mundo, yo lo he dicho ya en varias ocasiones, se ha ido a la playa, se ha ido a disfrutar y a vivir la vida". Y una cifra que resaltamos: 152 espectadores han reservado espacios destinados a  personas con movilidad reducida en silla de ruedas durante todo el Festival.

Una idea que ha lanzado Cimarro, que ha de ser aprobada por el Consorcio, es presentar la programación en América Latina. ¿Podrían establecerse otros contactos? 

Para los griegos, la tragedia era una enciclopedia, como antes lo eran los poemas homéricos: se contaban argumentos de obras anteriores, para que las historias fueran conocidas por el público. ¿Qué nos deparará el año que viene? Posiblemente, en marzo lo sabremos.