Victoria Méndez es cacereña y hace casi dos años inició el proceso de transición para cambiar su identidad sexual. Un paso que le costó dar, condicionada por el amor a su pareja, pero del que ahora se siente tremendamente orgullosa.
Con un discurso duro y realista, pero cargado de positividad, Victoria explica que los inicios fueron "muy difíciles por el tema familiar. Pero ahora me siento muy empoderada porque es lo que yo siempre he querido. Y si la gente ahora me mira...es que me da igual".
"Cuando mi novia me dejó, decidí salir de esta cárcel"
Pero reconoce que no siempre fue así. De hecho, dice que ha pasado la mayor parte de su vida en la cárcel que, para ella, era su cuerpo. Desde los 12 años tenía claro lo que quería, pero no dio el paso hasta los 35 por amor. "Yo no podía deshacerme de la persona que más amaba (...) y decidí quererla más a ella que a mí. Hasta que ella me dejó y entonces decidí abrir las puertas y salir de la cárcel ésta y libertad total".
"Mi familia no se hace a la idea. Han perdido a un hijo, me dicen"
Un camino hacia la felicidad en el que, sin embargo, no han faltado los obstáculos. Muchos, señala, y los peores han sido los emocionales. Y es que la familia de Victoria no siempre se lo ha puesto fácil: tal y como ella misma explica, "no se hacen a la idea, que es como un luto. Han perdido a un hijo, me dicen. Que no saben cómo referirse a mí". Justificaciones, añade, "que no justifican nada".
"¿Qué iba a hacer yo de mayor, arrepentirme? "
Por eso, después de mucho sufrimiento, tiene claro que vida sólo hay una y que era necesario dar el paso, porque "¿qué iba a hacer yo de mayor, arrepentirme?".
Y anima a todas aquellas personas que se encuentren en su misma situación a que se atrevan a dar el paso, porque "no hacemos daño a nadie, sólo buscamos ser felices". "Sólo queremos conseguir nuestra particular victoria".
Atención a la transexualidad
Victoria es una de las 65 personas que han pasado por la Unidad Funcional de Atención a la Transexualidad de Cáceres (UFAT). Un servicio, dependiente público del SES, que asesora y acompaña a todos aquellos que necesitan iniciar su proceso de transición para cambiar su identidad sexual.
La UFAT se puso en marcha en 2019 y desde entonces ha triplicado el número de usuarios. Ese año atendió a ocho personas, en 2020 a dieciocho y en 2021 a 35.
Un servicio del que forma parte un equipo de profesionales entre los que se encuentran una trabajadora social, un psicólogo o un endocrino. Y un servicios al que acuden desde adolescentes que toman conciencia de lo que les pasa a adultos que deciden dar el paso tras muchos años de sufrimiento o padres con hijos menores que detectan que algo está ocurriendo.
El itinerario lo marca le propio usuario, según explica el psicólogo Javier Alonso de la Torre, quien señala además que a la UFAT se accede desde el médico de cabecera.