La tradición y la memoria se mezclan en Mérida bajo el nombre de los "caramelos de la mártir", un emblema de la ciudad que ha endulzado generaciones de recuerdos. Estas pequeñas joyas azucaradas, envueltas en su característico papel blanco y azul, siguen siendo un símbolo de identidad y nostalgia para los emeritenses.
Un sabor a historia y tradición
Elaborados con apenas tres ingredientes (azúcar, glucosa y esencia de limón), los caramelos de Santa Eulalia destacaban por su sencillez y autenticidad. Sin conservantes ni artificios, su preparación requería un cuidado especial:
- Clima y conservación: La producción se suspendía en días de humedad, y los caramelos eran almacenados en bidones con cal para evitar que absorbieran agua.
- Artesanía familiar: Cada envoltorio, con sus diez dobleces perfectas, era realizado a mano por las familias involucradas, especialmente mujeres, que dedicaban horas a este meticuloso proceso.
Memoria dulce de una confitería histórica
La confitería Gutiérrez, epicentro de esta tradición, cerró sus puertas hace años, pero su legado permanece vivo en el recuerdo de los vecinos. Muchos asocian los caramelos con su infancia, las procesiones de Santa Eulalia o los momentos en los que tener uno era considerado un privilegio.
De la tradición al presente inclusivo
Aunque el tiempo ha pasado, la esencia de estos caramelos sigue vigente. Ahora, parte de su elaboración y distribución tiene lugar en talleres de Plena Inclusión, adaptando esta herencia a un enfoque más social, sin perder la conexión con sus raíces.
Los caramelos de Santa Eulalia son más que un dulce; son un símbolo de la ciudad, un hilo que conecta generaciones y un ejemplo de cómo la memoria y las tradiciones perduran en los corazones de Mérida.