Suma y sigue. Esto es un no parar. El recién terminado 2021 fue el séptimo año más cálido desde la Revolución Industrial, con una anomalía de +1,11 (±0,13ºC) respecto a los valores preindustriales, hace 170 años. Y pertenece a ese cogollo de dudoso honor de años súper cálidos desde 2015. Aún siguen invictos 2016, 2019 y 2020. Así, sin anestesia se muestra la Organización Meteorológica Mundial. Continuamos en la misma línea de hace, al menos, 30 años.
Estas conclusiones en una tesitura seria los objetivos del Acuerdo de París de 2016, que eran, entre otros, limitar el aumento de las temperaturas a 1,5ºC.
Y eso que hemos tenido suerte. La presencia de La Niña ha hecho que el ritmo del calentamiento haya sido menor, pero aun así hemos alcanzado valores alarmantes. La Niña es fenómeno que consiste, básicamente, en un debilitamiento de las corrientes marítimas ecuatoriales en el Pacífico central lo que ocasiona un enfriamiento parcial de estas aguas que repercute en clima mundial (recuerda que el Pacífico ocupa todo un hemisferio. Tiene una cierta periodicidad, de 9 meses a 3 años. El último año que tuvimos La Niña fue en 2011, pues este 2021 lo ha superado.
Desde los años 80, cada decenio ha sido más cálido que el anterior
Y no. No hay duda. Las matemáticas y la estadística son incapaces de dar una explicación natural a este aumento de las temperaturas desde finales del siglo XX. Sólo puede estar justificado por un forzamiento externo y lo único que ha cambiado en la atmósfera es la presencia de los gases de efecto invernadero. Aquí no hay más cáscaras.
Párate a pensar. Este 2021 nos ha dejado con la boca abierta a más de uno en cuanto a situaciones meteorológicas se refiere. Recordemos: los 50ºC en Canadá, (¿quién se imaginaba esa temperatura en Canadá, a una latitud similar a París?), los récords de calor en el norte de África (otra vez, 50 y pico de temperatura), las inundaciones de Asia (con más de 20 muertos en China y cuadruplicando las medias pluviométricas), la terrible sequía del Cuerno de África con miles de desplazados en busca de comida y de agua, los diluvios en Alemania y en Bélgica durante el verano, las olas de frío en Norteamérica con 40 y pico bajo cero...
“Existen cada vez más pruebas científicas que indican que algunos de estos fenómenos llevan el sello del cambio climático causado por las actividades humanas”.
Y barriendo para casa: la borrasca Filomena de enero con nevadas muy bonitas en Extremadura, pero con medio metro de nieve en el centro peninsular acompañado de un ambiente siberiano con los -13ºC de Toledo... ¡Toledo!, causando ruina a los agricultores, la ola de calor de agosto con más de 45ºC en el centro y el sur (47ºC en Alcantarilla, Murcia y los 47,4ºC en Montoro, Córdoba), las riadas de septiembre en las provincias de Badajoz y de Toledo, afortunadamente sin víctimas y más que me dejo en el tintero.
Los científicos no sólo prestan atención a los promedios anuales de temperatura del aire. También se está notando un calentamiento de los océanos, además de estar cada vez más ácidos (porque absorben más CO2 al estar más caliente, dándose ácido carbónico con un pH menor) y más elevados y una disminución de la cubierta de hielo en el Ártico.
La información para estos textos se obtiene de distintas fuentes. Además de los observatorios meteorológicos y de los satélites, los barcos y las boyas marítimas son también fundamentales a tal efecto. Organismos de prestigio científico internacional como son la NOAA (la Oficina Nacional de la Administración Oceánica y Atmosférica, la Aemet estadounidense), la NASA y el Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido, entre otros, son los firmantes de estas conclusiones.
También la Organización Meteorológica Mundial emplea datos del reanálisis del Centro Europeo de Previsión a Medio Plazo (ECMWF), del servicio de Corpernicus (referido al cambio climático) y el Servicio Meteorológico de Japón (JMA).
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las concentraciones sin precedentes de gases de efecto invernadero en la atmósfera y el calor acumulado conexo han empujado al planeta a un territorio desconocido, lo que trae aparejadas repercusiones de gran alcance para las generaciones actuales y futuras.
¿Te hubieras imaginado alguna vez a Madrid bajo medio metro de nieve?