En puertas del primer episodio de altas temperaturas en nuestra región, ayer mismo salía a luz un estudio en el que se cuantifica qué parte de responsabilidad humana hubo en la excepcional ola de calor que sufrió la costa pacífica de Norteamérica hace 10 días. Las conclusiones de este equipo de científicos canadienses, franceses, ingleses, alemanes, neerlandeses y suizos no dejan lugar a dudas: sin el actual contexto de cambio climático, el evento hubiera sido, matemática y estadísticamente, imposible. Idea que está en sintonía con la ola de calor de Siberia de junio de 2020 en la que registraron valores de 38ºC en las proximidades del Círculo Polar Ártico.
Recordemos que entre el 27 de junio y el 1 de julio se alcanzaron temperaturas hasta 10 y 15ºC más altas de lo habitual en áreas del Pacífico noroeste de Estados Unidos y en las provincias suroccidentales de Canadá, incluidas las ciudades de Seattle, Portland y Vancouver, con más de 9 millones de personas en sus áreas metropolitanas en su conjunto.
La palma se la llevó la localidad canadiense de Lytton con una temperatura máxima de 49,6ºC, inimaginable para esas latitudes tan altas y más propia de regiones desérticas. Se sospecha firmemente que el papel de la orografía (Lytton está en el fondo de un valle) y del régimen de vientos jugaron un papel decisivo.
En este escenario asfixiante el número de muertes se dispararon. No nos engañemos: muere más gente por calor que por frío, según indican las estadísticas. Y más si no se te tiene aire acondicionado. Curiosamente, gran parte de la población de esas provincias no tienen acceso a estos refrigeradores tan comunes ya en España. También es cierto que quién iba a pensar que en Canadá se pudieran superar los 40ºC… ¡como para pensar en casi los 50ºC! Las primeras estimaciones hablan de varios cientos de muertos adicionales a lo habitual, aunque están, casi seguro, subestimadas. Por ahora, se habla de unas 486 muertes súbitas las cuales representan el triple respecto al mismo periodo del año pasado. El verdadero alcance en la salud lo conoceremos dentro de unos meses.
Para colmo, después del sofocante calor, vinieron los incendios que arrasaron grandes extensiones. En Lytton, epicentro de este infierno, fue devorado por las llamas. Más del 90% de las infraestructuras del municipio quedaron reducidas a cenizas. Literalmente. Y los 160 fuegos declarados se extendieron más de 80km2.
El estudio deja claro que esta ola de calor hubiera sido imposible (con una probabilidad inferior a 1 de 1000, es decir, 0,001%) sin la intervención humana y que ha sido tan brutal que resulta complicado estimar su magnitud. Y aquí salta una nueva duda: si tan desproporcionado ha sido, quizás haya un componente de no-linealidad en todo este entramado; es decir, que haya mecanismos que potencien o que disparen las consecuencias. En otras palabras: que al doble no le corresponda el doble, sino el cuádruple, por ejemplo.
Este detalle es importante. A día de hoy, la temperatura global es de 1,2ºC más alta que en la época preindustrial. Si el calentamiento global continúa en aumento, estos factores no-lineales podrían multiplicarse. Esto se traduciría en episodios de este tipo cada vez más frecuentes y cada vez más extremos. Y quien habla de calor, habla de frío, de fuertes lluvias o de sequías más severas. Todo va en el mismo pack. ¿Qué nos podría esperar si llegamos a los 2ºC por encima de los niveles de hace siglo y medio?
Este grupo de investigadores concluye el trabajo anunciando que nos estamos adentrando a un territorio inexplorado desde el punto de vista climático y con consecuencias desastrosas para la biodiversidad y el Hombre, por lo que urgen medidas más ambiciosas para mitigar los efectos del calentamiento global y adaptarnos lo mejor posible a estos escenarios.
Esta ola de calor tuvo un origen muy distinto al que se da aquí en la Península. Mientras que las nuestras tienen un claro origen térmico, es decir, originadas por el caldeo del suelo durante el día; la canadiense se dio por un patrón de bloqueo (situación omega, técnicamente) que algunos meteorólogos han denominado “cúpula de calor” o “domo de calor”. Éste se forma cuando dos anticiclones se ven reforzados en los niveles medios y altos de la atmósfera, paralizándola. Si a esto le añadimos los cielos despejados de la estabilidad, los vientos débiles (en general) y la gran cantidad de horas de luz que tenemos, se forma el cóctel idóneo para disparar los termómetros. Es complicado que se dé tipo de configuraciones en las cercanías de la Península por estar algo más cerca del Trópico y por la proximidad del Sáhara.
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