10 Agosto 2022, 13:07
Actualizado 10 Agosto 2022, 13:07

Ya empiezan a notarse los efectos de la falta de producciones en el campo debido a la ausencia de lluvias. La sequía ha condenado esta año al cultivo del arroz, el cual sólo ha podido plantarse en 2.100 hectáreas de las 21.300 que suelen sembrarse de media en la región. Una pérdida de 61 millones de euros. El primer golpe lo recibieron los productores, aunque las ayudas de la Junta de 500 euros por hectárea para quienes no pudieron plantar, suavizarán un tanto el daño.

Cooperativas como la de Palazuelo, Torviscal y Hernán Cortés se han visto obligadas a acogerse a un ERTE. Si bien unas 3.000 familias viven directamente del arroz, otras muchas lo hacen de manera indirecta. Nos estamos refiriendo a esos empleados temporales, o los negocios de semillas, fertilizantes, maquinaria, repuestos, talleres, transporte o gasolineras.

Esas actividades ya padecen el barbecho en el que se han convertido amplias extensiones de arrozales que iban a espigar bien pronto. En Palazuelo, su alcaldesa, María José Benavides, lamenta la falta de trabajo y de transacciones comerciales que están sufriendo muchos de sus vecinos.

 

Lo peor, a partir de otoño

Es el vaticinio que hace Javier Cruz, gerente de la cooperativa Didaymaz, del Torviscal. En verano, hay algo de fruta que recoger en la zona y algún que otro producto. Pero a partir de octubre, en las naves no habrá nada que secar ni procesar, y por lo tanto que vender a los comercializadores. 

En 2023, si no llueve, muchos arroceros pueden optar por otros cereales como la cebada o el trigo. Pero se perdería todo el esfuerzo hecho en años pasados para colocar nuestro arroz en los mercados, y su espacio lo ocuparían otros competidores. Una tarea que será muy difícil de revertir a medio plazo, toda vez que ya ha expirado el arancel que Bruselas aplicaba a las importaciones procedentes de Myamnar.