Los diestros extremeños Emilio de Justo y Ginés Marín han sido los protagonistas del festejo taurino de la mañana de la XXX feria del toro de Olivenza. Ginés Marín, torero oliventino, y el torrejoncillano Emilio de Justo han salido por la puerta grande.
Morante, Manzanares y Aguado saldrán al ruedo esta tarde
Crónica taurina de la mañana en Olivenza
Los diestros Emilio de Justo y Ginés Marín ofrecieron un gran espectáculo taurino en el mano a mano que ambos dirimieron esta mañana en Olivenza (Badajoz), en una corrida en la que también brillaron los toros de Victoriano del Río.
Y es que hay corridas de las que hacen afición y la de esta mañana en el hermoso ruedo de la localidad pacense ha sido de esas. Corrida muy completa la del ganadero madrileño Victoriano del Río, y soberbios también los toreros, Emilio de Justo y Ginés Marín, que han logrado momentos insuperables de verdad y belleza.
Tres orejas ha paseado el cacereño de Torrejoncillo, y cinco el oliventino, dos diestros en sazón en un inicio de una temporada para ellos, y para los aficionados, cargada de ilusiones.
El encierro ha sido de parejas y bonitas hechuras, remendado con un sobrero lidiado en tercer lugar, mas bastito. Todo un lujo de presentación, muy a tono con una plaza que se ha ganado a pulso el ser de segunda categoría.
Toros que en conjunto dieron buen juego, y dos auténticamente importantes: el cuarto, que, si bien era feote por delante por ser bizco del izquierdo y apuntar al cielo con el derecho, tuvo de excelsa clase; y el bravísimo quinto.
Ginés Marín lanceó a compás a la verónica al cuarto antes de que el animal tuviera un buen comportamiento en el caballo.
Buenas las primeras embestidas en el último tercio, el torero lo llevó con suavidad y fue desgranando tandas en redondo por ambos pitones de espléndido acople. Muletazos sentidos, mecidos, largos de trazo y profundos de concepto y ejecución, con la verdad que da el toreo en el que las ventajas son para el animal: el cite dando el pecho, el embroque ajustado, el remate y la ligazón.
Detalles sublimes de Marín, como un cambio de mano y el natural eterno, el toreo de rodilla genuflexa, las trincherillas o los pases de pecho. Gran estocada y dos orejas.
Y qué decir de Emilio de Justo. Si hay una palabra que defina su estar ante el toro es lo conmovedor que resulta su toreo.
Ese quinto toro, desafiante durante toda su lidia, embistió como un torrente de casta y bravura, sin admitir dudas, pidiendo guerra. Y De Justo no le dio cuartel, además, haciendo el toreo sin salirse de su concepto, que es el de un torero de arte, que se pasa muy cerca los toros y los lleva largo y por abajo.
Faena muy emotiva de principio a fin la del de Torrejoncillo: cuando saltó el animal al ruedo, cuando se fue a portagayola, emotividad cuando lo toreó a placer con el capote y cuando fue capaz de ligar las tandas en redondo en la que fue una faena que nunca decayó, todo lo contrario, fue siempre a más.
El resto de la corrida tuvo también gran interés. De Justo le cortó una oreja al astado que abrió el festejo, un toro que tuvo clase y al que correspondió con un toreo de toques suaves y trazo largo. Fue una bella faena de gran carga estética y verdad al ponerse en el sitio.
Echaron para atrás al bello tercero y el sobrero que saltó en su lugar fue el único que bajo en su comportamiento, yendo y viniendo sin mucha entrega. De Justo estuvo pulcro.
Marín paseó la oreja del primero de su lote, un astado mansito pero noble, al que le hizo un trasteo en el que brilló el clasicismo de su toreo, su elegancia y una puesta en escena sin ninguna concesión al mal gusto.
Y paseó las dos del sexto, un toro muy manejable, al que hizo una faena variada y con buenos detalles, en el que fue un buen colofón a la que había sido una gran corrida de toros.
TEXTO: EFE/ REDACCIÓN