"Esta es la historia más dolorosa que por azar me tocó realizar. Estoy escribiendo a las cuatro de la madrugada, angustiado y cadavérico...". Así comienza el artículo con el que el periodista norteamericano Jay Allen intenta describir el horror que ha visto en Badajoz.
Tras varios días de asedio y bombardeos, las tropas del general Yagüe entran en la ciudad el 14 de agosto de 1936 a mediodía. La resistencia republicana, escasamente armada y sin apoyo de la aviación, no fue suficiente y el ejército sublevado consigue atravesar la muralla. Comienza entonces el capitulo más terrorífico y sangriento de la historia de Extremadura...
El periodista portugués Mario Neves fue el primer corresponsal que llegó a Badajoz. Según relató décadas después, "había cadáveres acumulados. Había montones, allí había muchos en distintas posiciones dramáticas que producían una impresión extraordinaria..."
La plaza de toros se convirtió en cárcel improvisada para miles hombres, mujeres y niños. Para activistas políticos de izquierdas, homosexuales o sindicalistas. Allí les torearon, les clavaron banderillas y les dispararon a oscuras desde las gradas. A los que quedaron vivos, los llevaron a fusilar a la tapia del cementerio.
"Al día siguiente vine para saber qué pasaba. Entonces tuve la visión más dantesca de mi vida periodística. Había cuerpos de fusilados amontonados en uno de los extremos del cementerio a los que habían regado con gasolina para después quemarlos", rememoraba Neves.
Diferentes fuentes estiman en unas cuatro mil las personas que murieron en unas pocas horas. Una auténtica masacre que le valió a Yagüe el sobrenombre de 'El Carnicero de Badajoz'. "En Badajoz, en junio, los muchachos aún cantaban bajo los balcones. Pasará mucho tiempo antes de que lo hagan de nuevo", sentenció Allen.