Descartes lo definió como "la trayectoria de un rayo de luz dentro de una gota de agua esférica suspendida en la atmósfera". Y Newton hizo decenas experimentos para intentar explicarlo... El arcoíris, nos cuenta nuestra meteoróloga Maider Rodríguez, es "un fotometeoro que se produce por la reflexión y la refracción de los rayos de la luz solar o también de la luna en las pequeñas gotitas que podemos encontrar en suspensión en los días de lluvia, llovizna e, incluso, de niebla".
Es decir, es casi un fórmula matemática, un efecto óptico. Lo vemos, pero no está. El arcoíris es como un puente mágico desde la realidad a la esperanza que ha inspirado a la mitología y ha servido de símbolo para la paz, el amor y libertad a lo largo de la historia. También lo hemos usado de amuleto, como talismán contra el miedo. Lo colocamos en las ventanas, en los balcones y en las fachadas deseando que nos protegiera de aquel diluvio universal, que todavía hoy no escampa.
Rojo, naranja, amarillo, verde, cian, azul y violeta. El arcoíris es una ilusión de colores que no tiene principio ni final. Pero al otro lado hay un camino de baldosas amarillas que, si lo deseas con fuerza y apretando mucho los ojos, conduce hasta el Mundo de Oz