"Quiero que vayan al colegio, que estemos juntos y que sienta el cariño de la gente", este es el deseo de Maryan para sus hermanos y sobrinos recién llegados de Ucrania. El joven, acogido en Plasencia desde hace una década, se esfuerza estos días por enseñarles cada detalle de su vida en la capital del Jerte. Quieren que se sientan cómodos en la ciudad en la que él encontró su sitio hace años.
Están siendo días de adaptación y de muchas emociones. "Yo intento traducirles todo lo mejor que puedo, los niños corren y juegan por la casa intentando acostumbrarse a esta nueva normalidad", explica Maryan. Y es que el viaje desde Ucrania a Plasencia, aseguran, fue largo y complicado. Lo primero que hicieron al llegar a su nuevo hogar fue hablar con su madre por videollamada. "Yo no había visto una mujer tan desencajada en la vida y ayer cuando la vi tenía una sonrisa de oreja a oreja. Es un cambio radical porque al menos tienen una esperanza", cuenta emocionado Antonio Merino, el padre de acogida de Maryan.
El Club Baloncesto Plasencia-Ambroz ya ha fichado a los pequeños para su equipo. "Así empiezan a socializar, aprenden un poco el español y se divierten mientras lo hacen", dice Maryan con una sonrisa.
Jugar y aprender, las únicas ocupaciones que deberían tener los niños.