Hemos hablado ya varias veces de que la capa inferior de la atmósfera es la troposfera y que se suele marcar su espesor hacia los 10km de altura, aunque esto no es del todo correcto puesto que en los Polos es mucho más delgada (unos 8km) que en el Ecuador (14km).
En cualquier caso, una de las características fundamentales de este estrato es que la temperatura disminuye según avanzamos en altitud. Y lo hace a un ritmo de unos 6,5ºC por cada kilómetro que nos elevamos. Esto es lo ideal, o mejor dicho, lo teórico. Pero, como tantas cosas en la vida, la idealidad y la realidad pueden ser muy diferentes. En estos días invernales de relativa calma atmosférica podemos comprobar esta disparidad cuando se da la inversión térmica.
Ésta consiste en un aumento de la temperatura según nos alejamos de la superficie terrestre, rompiéndose así el comportamiento de enfriamiento antes mencionado. Es favorecida en las noches despejadas de invierno ya que durante las horas nocturnas el suelo irradia el calor acumulado durante el día y la ausencia de nubosidad ayuda que sea más efectivo.
Esto repercute en que el aire adyacente al suelo se enfríe de forma más rápida que el que está en niveles altos. Al bajar su temperatura, se convierte más denso y se desparrama (como buen fluido que es) hacia zonas de menor altitud, como son las llanuras y los fondos de valle. Esta situación provoca, además, la intensificación (e incluso la creación) de un anticiclón nocturno (el anticiclón térmico) que aparece durante la noche y desaparece en cuanto se caldea el aire.
El resultado es el siguiente: tenemos aire frío (más denso) a ras de suelo y aire más cálido (menos ligero) un poco más arriba. Se forma, por tanto, una especie de tapadera que impide las corrientes ascendentes de aire.
Es provoca que se den nieblas concentradas en los primeros metros y heladas que localmente pueden ser intensas en función de la severidad de la inversión térmica, muchas de ellas complicadas de predecir ya que son tan locales que los modelos son incapaces de mostrar.
En estos últimos días aquí en Extremadura hemos podido notar los efetos de la inversión térmica. Las áreas de Las Hurdes, Campo Arañuelo y la vega del Guadiana son muy propicias para ello. El viernes pasado, día 15 de enero, los termómetros bajaron hasta los -6ºC en Navalmoral de la Mata (269m), un valor muy bajo, y, en cambio, hallamos valores positivos en municipios ubicados a mayor altitud como son Navalvillar de Ibor (923m) e incluso Piornal (1.175m).
Un comportamiento similar lo vemos en la vega del Guadiana. Don Benito, Mérida y Badajoz registran temperaturas más bajas que la de lo alrededores.
A falta de termómetros, podemos notar la presencia de la inversión térmica fijándonos en los penachos de humo de las chimeneas. Si éste es vertical y alargado, no hay inversión; si a cierta altura comienza a achatarse, es que hay inversión y el nivel donde comienza a hacerlo es done la inversión toca a su fin.
Si estas situaciones permanecen en el tiempo, pueden llegar a originar serios problemas. La presencia de esa “tapadera” impide que las partículas de humo puedan ser dispersadas hacia mayor altitud, quedando concentradas a ras de suelo, aumentando los niveles de contaminación.
Es lo que ha ocurrido en Madrid en las últimas horas. La eyección de humos procedentes de millones de chimeneas y del tráfico rodado han hecho que se disparen los niveles de contaminación. Esto ha provocado que el Ayuntamiento mantenga el protocolo anticontaminación hasta mañana, martes, por los elevados índices de contaminación, en especial por los valores del dióxido de nitrógeno. Se recomienda el uso de transporte público y aminorar la velocidad de los vehículos.