Cuando la asistenta acudió esta mañana a casa de Pablo y Casilda notó algo raro: nadie le abría la puerta. Llamó varias veces pero no hubo respuesta. Así que fue a buscar al hijo del matrimonio en cuya casa del número 1 de la calle Manuel Ferrera, trabajaba. El hijo llamó varias veces por teléfono a sus padres. Tampoco daban señales. Algo pasaba. Salió de casa y fue directamente a la vivienda de sus padres, una casa baja que hace esquina con la plaza de Andrés Bozas y a pocos minutos del Castillo de Alburquerque.
En el interior de la vivienda se encontraban los cuerpos sin vida de sus padres. Pablo, de 89 años, estaba tumbado en la cama, Casilda, de 86, sentada en el salón. Las ventanas estaban cerradas y las persianas bajadas, porque anoche en esta localidad pacense no se superaron los 3 grados centígrados. Las brasas de un brasero de picón en el baño situado junto al dormitorio confirmó las sospechas. A la espera de que la autopsia lo corrobore, las primeras investigaciones apunta a una intoxicación por monóxido de carbono producida por la combustión incompleta del brasero y la falta de ventilación de la vivienda.
La noticia se extendió rápidamente por todo Alburquerque provocando la consternación en esta ciudad de poco más de 5.000 habitantes donde el matrimonio era muy conocido. A las 16:00 horas, sus cuerpos han sido trasladados al Instituto Anatómico Forense de Badajoz.
El incremento en el precio de la luz dispara el uso de braseros de picón