Calígula, emperador romano
Un filósofo de los mayores de la historia, un loco que ni incendió Roma ni tocó la lira mientras tanto, uno de los mayores estrategas militares de todos los tiempos traicionado por quienes fueron sus aliados. Qué apasionantes son el imperio y la república (los de ‘La guerra de las galaxias’ también, cómo no).
A Calígula, el escritor Albert Camus le hizo suicidarse lentamente en una de las obras de teatro más bellas y terribles (a veces son lo mismo) que se han escrito. Cayo Julio César Augusto Germánico gobernó desde el año 37 al 41 y su asesinato fue "tan sanguinario y caótico" como el de Julio César, según Mary Beard, catedrática de Clásicas en el Newnhan College de Cambridge: "En el mundo antiguo, el homicidio rara vez era posible desde una distancia segura. Matar significaba acercarse mucho y, a menudo, derramar gran cantidad de sangre".
Lo mataron en su casa y, cuando su esposa acudió con su hija y encontraron el cuerpo, también fueron asesinadas.
El cabecilla era Casio Querea, un señor muy afeminado, al que Calígula llamaba "nena". Le odiaba. Antes, Calígula se había acostado con sus hermanas, o eso dicen algunos historiadores, y también había querido nombrar cónsul a su caballo.
Había gente que le era leal. Mataron a todos los sospechosos del complot, mientras el Senado hablaba de libertad.
Los hombres mueren y no son felices.
Quienes escribían, también inventaban: sus hagiografìas (bien: los santos llegaron después, pero en fin) se centran en la moralidad de su época. ¿Qué hizo Calígula? ¿Qué estaba destinado a hacer? ¿Cuál es la idea de Calígula que tenemos? ¿Para qué nos sirve su figura?
Los emperadores eran dioses, pero los romanos no querían a un mortal que se asemejara a Júpiter.
Menos Plinio el Viejo, todos describen a Calígula como un loco. No sabemos si era una licencia poética. Ni siquiera sabemos qué concepto de "locura" había en Roma. Los historiadores contemporáneos han aventurado que podía parecer alguna enfermedad.
Da igual: estuvo solo cuatro años en el poder y sus actos eran una sucesión de quienes le precedieron, con los mismos problemas: ese sentido de lo absoluto, esa pleitesía, ese dirigirse a uno con el mismo lenguaje con el que se dirige a una deidad, esas luchas entre un único hombre, su ejército, el Senado, la búsqueda de lealtades, un imperio en expansión, el sentido de la política. Ese "Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriréis", el lema favorito de la moral romana, no era un carpe diem al uso que nos conminara a aprovechar las mieles de la juventud y los placeres de la vida ahora que podemos: era real. Mañana el emperador te podía matar. Porque sí.
Lo mismo que podía nombrar cónsul a su caballo.
Era el único hombre libre.
Os odio porque no sois libres.
Por qué uno usa el poder sin límites. Por qué uno lo usa hasta negar al hombre y al mundo.
Cayo transformó el templo de Cástor y Pólux en un vestíbulo para que le adoraran. Ya lo decía Querea: no se puede vivir con una filosofía sin objeciones.