21 Abril 2025, 19:18
Actualizado 21 Abril 2025, 21:51

Cuando un Papa fallece o renuncia, es el Colegio Cardenalicio el encargado de elegir a su sucesor mediante cónclave. A día de hoy, está formado por 252 cardenales de 94 países, de los cuales entre 135 y 138 son electores, ya que sólo tienen derecho a voto los que tienen menos de 80 años.

Siete cardenales de nacionalidad española podrán votar

En total, siete cardenales españoles, cuatro de ellos miembros de la Conferencia Episcopal Española, entrarán en el Cónclave para elegir al nuevo Pontífice: el arzobispo de Madrid, José Cobo; el arzobispo emérito de Madrid, Carlos Osoro; el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella; y el arzobispo emérito de Valencia, Antonio Cañizares. También Ángel Fernández Artime, proprefecto del dicasterio para el Instituto de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Completan la lista de electores nacidos en España: el arzobispo de Rabat, Cristóbal López, y el obispo de Córcega, Francisco Javier Bustillo.

La cita en Roma

Todos son citados en Roma, para concentrarse en El Vaticano, en la residencia Santa Marta. Una vez allí, celebran una misa en la basílica de San Pedro, en lo que se llama el precónclave. Por la tarde, tras pasar por la capilla Paulina y rezar el "Veni Creator", se dirigen a la capilla Sixtina, donde juran mantener en secreto el proceso y quedan completamente aislados, bajo llave. Es entonces cuando arranca el cónclave.

Una vez repartidas las papeletas y designados los cargos, comienza el escrutinio, en el que cada cardenal vota de manera secreta y camuflando su caligrafía. Se necesitan al menos dos tercios para que un candidato sea elegido.

El proceso puede alargarse días

El proceso puede alargarse días. El primer día tan sólo se hace una votación inicial y si nadie sale elegido, cada jornada se realizan cuatro votaciones.

En cada ronda, se tabulan los votos y se queman mezclándolos con sustancias químicas. Si no hay mayoría, se genera humo oscuro a través de esta chimenea, sin revelar los resultados; es la conocida "fumata negra". Si hay consenso, se genera la esperada "fumata blanca" para anunciarlo al mundo que espera expectante.

Una vez elegido el nuevo pontífice, debe aceptar el cargo y elegir su nombre como Santo Padre, siendo presentado desde el balcón de San Pedro con la famosa frase: "Habemus Papam".