Las pruebas de contagio por superficies o la utilidad de las nebulizaciones están en entredicho. Llevamos un año con fumigación de calles, de paredes o con todo un ritual de limpieza en nuestros hogares.
Sin embargo, cada vez son más los expertos que insisten en que el virus se transmite, fundamentalmente, por aerosoles y a través del aire y no es necesario tal esfuerzo.
"Era un ritual horroroso, no nos atrevíamos a tocar nada"
Los ciudadanos afirman que se han relajado, pero algunos siguen sin fiarse. Hay quien reconoce que "al principio que íbamos al supermercado tirábamos las bolsas cuando llegábamos a casa, desinfectábamos la suela de los zapatos, todos los productos antes de meterlos en la despensa o en el frigorífico... era un ritual horroroso, no nos atrevíamos a tocar nada".
Entonces se hablaba de la cantidad de horas que el virus podía aguantar sobre una superficie y del riesgo de contagiarnos por contacto.
Un año después, explica el epidemiólogo extremeño Gregorio Montes "se está viendo que esa transmisión por fómites, es decir, por objetos inanimados o superficies nos estamos dando cuenta de que realmente la importancia que tiene es mínima, salvo que alguien haya tosido o estornudado sobre una superficie y al poco tiempo llegue alguien y lo toque y sin hacer higiene de manos se vuelva a tocar la cara, los ojos, la boca... es cuando puede haber mucho riesgo de transmisión".
Por eso es importante el uso de la mascarilla, que evita que esas gotas lleguen a la superficie, y la limpieza de manos, para no llevarlas a nuestras mucosas en caso de que estén ahí. Por lo demás, resulta suficiente con una limpieza estándar.
Sí se aconseja prestar más atención a superficies de alto contacto, como pomos de las puertas o ascensores, y, por supuesto, ventilar.