Las imágenes esculpidas y pintadas en los muros y pilares contaban una historia. Pero no consiguió encontrar el hilo conductor. Había danzas rituales. Había animales sagrados, y animales sacrificiales, y también sacrificios humanos. La siguiente talla representaba algo que no entendió, pero estaba seguro de que incluía la muerte de varias decenas de personas. Tal vez el mundo entero. ¿Era un meteorito eso que caía sobre ellos? ¿Era una maldición divina, una plaga, o cualquier desastre natural?
Y la figura resplandeciente, que estaba por todas partes. Aún no había entendido su función en todo aquello, pero allí estaba. Siempre.
Es 28J. Se conmemoran los disturbios de Stonewall en Nueva York, el pistoletazo de salida de las reivindicaciones del Orgullo LGBTIAQ+ y Virginia Pérez de la Puente, que es compañera en esta casa, periodista y escritora, ha elegido esta fecha, junto a su editorial, Cazador, para lanzar su última novela, "Tu imagen rota en el espejo". Habla, entre otras cosas, de un amor entre dos hombres. Los sueños de Tristan (sí, sin tilde) se llenan de recuerdos de una vida que nunca ha vivido junto a un hombre al que no ha visto jamás.
"Tu imagen rota en el espejo" no es el primero de sus libros: llega detrás de "Hijos del Dios Tuerto", "Cántico por un alma" y la saga (de seis libros) "El segundo ocaso". Comenzó publicando en Ediciones B y Minotauro, porque nadie le había dicho que no era posible. Hay una regla no escrita cuando eres un escritor novel "y yo no sabía que no se podían enviar manuscritos a editoriales grandes". Sonó la flauta. Moraleja: sáltense las reglas. "Luego ya me he ido a editoriales más pequeñas, porque estoy más cómoda".
No conseguía reconocerse. Su rostro seguía siendo el mismo, pero no se lo parecía. Era el rostro de un desconocido, alguien que había vivido la vida que él deseaba vivir y que ahora se enfrentaba a la muerte que siempre había temido enfrentar. Porque peor que no haber llegado a vivir era morir y que nadie se acordase de él.
Pero no era él. Él solo era una copia, una burla, una imagen distorsionada en un espejo roto.
Tristan (vamos a la novela) es periodista. Cubre ruedas de prensa (que es, sin duda, la parte más aburrida del trabajo de periodista, aclaro). Es periodista y cree en los hechos probados y contrastados (ejem: no todo el gremio lo hace, pero él sí). Pero un día ve un fantasma. Y comienza a soñar con ese tipo al que no conoce, pero del que en teoría está enamorado.
La novela, nos cuenta Virginia Pérez de la Puente, "comienza con una premisa clásica del terror y avanza convirtiéndose en fantasía, thriller postapocalíptico y romance para romper luego la estructura inicial y reconstruirse en una historia completamente diferente". Es decir, no les podemos contar mucho: es lo que tienen los libros de aventuras, sean fantásticos o no.
Sí les decimos que hay animales sacrificiales y sagrados, una secta apocalíptica, un grupo criminal, una investigación histórica y varios enigmas: si los resuelve, podría impedir la destrucción de todo un universo.
A menudo, no solo hay demonios fuera. También aparecen la inseguridad provocada por el rechazo de su familia; el miedo a no ser suficiente; la propia naturaleza desconfiada de Tristan, el anhelo por sentirse aceptado (spoiler: todos queremos que nos quieran), la violencia y la homofobia. Mezcla grimdark (es una etiqueta para los libros de fantasía que toman un cariz amoral o violento), distopía y romance. Por eso encontarán personajes de ética dudosa, sangre, mundos postapocalípticos, terror y unas historias trepidantes.
Y mucho amor:
—Por todo. Por ir a buscarme a ese infierno. Por arriesgarte a volverte loco metiéndote otra vez allí. Por no culparme de su muerte. Por curarme las heridas. Por curarme el alma. Por darme de comer. Por no dejarme caer ahora mismo y permitirme conservar la dignidad.
—No te olvides de la galletita —sonrió él, aunque las palabras se habían agarrado a la boca de su estómago y apretaban en busca de sus lágrimas.