Desde hace unos días vivimos inmersos en un excepcional fenómeno de calima, ese polvo en suspensión que dan un aspecto mate, sucio y macilento al cielo. Se hace más evidente al atardecer, cuando vemos al sol sin su habitual brillo.
Y nos ha sorprendido su prontitud. Llevamos poco más de dos meses de este año (que no deja de mostrarnos situaciones anómalas) y este es el tercer episodio. De ellos, el más significativo fue el que se dio en la primera quincena de febrero cuando estas partículas sólidas tiñeron de colores anaranjados las nieves de los Pirineos y de los Alpes.
Como decimos, muy pronto, demasiado pronto, hablamos la visita de este litometeoro. Lo habitual es que se hubiese dado a mediados de abril o en mayo, con los primeros avances hacia el norte la masa de aire cálido norteafricana, aviso de la llegada de la segunda mitad de la primavera, y no en la segunda mitad del invierno.
En el polvo desértico se han observado material radiactivo del cesio-140 y del potasio-40
Pero este evento trae otra sorpresa. Según análisis realizados por la Asociación francesa por el Control de la Radiactividad en el Oeste (ACRO) el material sólido que arrastra contiene una elevada cantidad de material radiactivo, en particular, de cesio-140, corroborado por un análisis de radiactividad mediante espectrometría gamma. No hay duda de su procedencia artificial, puesto que esas cantidades no se encuentran en la Naturaleza. Sin embargo, a pesar de que estos niveles sean altos, quedan aún lejos de ser perjudiciales para la salud.
Aunque parezca increíble, el origen de este cesio radiactivo está en los experimentos nucleares que realizó Francia allá por los años 60 en el Sáhara argelino, en la zona de Reggane, durante el proyecto “Gerboise bleue”, cuya primera prueba fue el 13 de febrero de 1960.
De hecho, los desiertos, y sobre todo el Sáhara, han sido campos de experimentación de este tipo de pruebas. Se tiene constancia de 520 ensayos realizados entre 1945 y 1980 por Estados Unidos, la extinta Unión Soviética, Reino Unido, China y Francia.
Los modelos apuntan a que cayeron sobre Francia unas 80.000 desintegraciones por segundo y km2 de Cs-137
Lo que llama la atención es que estos restos sean observables cuando ha pasado más de medio siglo y a miles de kilómetros de distancia. Esta situación pone de manifiesto la elevada permanencia en la atmósfera de este tipo de contaminación.
No sólo en el país vecino han detectado esta singularidad; sino también en Canarias, en el Laboratorio de Física Médica y Radiactividad Ambiental de la Universidad de La Laguna, en permanente contacto con el Consejo de Seguridad Nuclear. Donde, además de haber comprobado la existencia de cesio-140, han detectado otro isótopo radiactivo del potasio, el potasio-40, también de origen antrópico.
En Canarias se han detectados restos radiactivos de los accidentes de Chernobil y de Fukushima.
Para los próximos días la situación en Europa (y en particular, en la península), la situación tiende a mejorar. El avance de un frente desde el norte empujará hacia el sur todo el polvo en suspensión. En cambio, en la península tendremos que esperar algunos días más. Quizás a principios de semana podamos disfrutar de un cielo limpio y azul.