A las dos de la madrugada del domingo los relojes volverán a adelantarse sesenta minutos. De esta manera, España volverá así al horario oficial de verano, con la eterna polémica acerca de los beneficios reales de este ajuste, que se produce dos veces al año.
En España la hora de verano se adoptó por primera vez en 1918 por razones económicas y políticas, de acuerdo con un artículo publicado por el doctor en Física Pere Planesas en el Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid, a raíz de la escasez de carbón provocada por la Primera Guerra Mundial y para armonizar el horario con el de los países vecinos.
En la primera mitad del siglo XX, la hora oficial "se aplicó de manera discontinua y con escasa consistencia en las fechas", primero a consecuencia de la guerra civil de 1936-39 y, luego, de la Segunda Guerra Mundial, pero tras la crisis petrolífera de los años 70 el horario de verano fue reinstaurado en muchos países europeos -España lo hizo a partir de 1974- y desde 1980 depende de las directivas europeas, apunta Planesas.
En los últimos años, diversos expertos en la materia han defendido la necesidad de fijar una hora y mantenerla todo el año ya que diferenciar entre horario de invierno y de verano "podría tener sentido hasta hace cuarenta o cincuenta años pero no tanto ahora" cuando, según explicaba a Efe Ricardo Irurzun, de Ecologistas en Acción, a raíz del último cambio horario, "no hay forma de comprobar si se ahorra o no energía" ya que no existen estimaciones "de forma bien estudiada" en los últimos años al respecto.