"Nos han acogido en su casa, mi hija y yo no teníamos nada, ni amigos ni conocidos en España. Pero esta familia de voluntarios nos han acogido y nos han dado de todo: una casa, ropa, comida... Todo lo que nunca habíamos imaginado en estos momentos tan duros", dice Sveta Bespala. Esta refuagiada ucraniana y su hija se quedarán de momento en Solana de los Barros acogidos por la familia Merchán-Solís. Huyeron de Járkiv en los primeros días de la invasión rusa. "Nuestra casa fue bombardeada y tuvimos que marcharnos", cuenta Vlada. Su hermano y su padre se han quedado en Ucrania, esperando a ser llamados para el ejército.
"Es devastador todo lo que hemos dejado allí sin poder hacer más"
Están cansadas, pero salvo. Y, sobre todo, tremendamente agradecidas. Llegaron ayer a Extremadura con el grupo de voluntarios de Solana de los Barros que partía la semana pasada a Medyca, al sur de Polonia. 8.400 kilómetros en seis días para llevar comida, ropa y medicinas y traer con ellos a quien necesitara viajar hasta España. "Allí es donde se ve de verdad la dureza de lo que está pasando: los niños, la gente durmiendo en el suelo...", se lamenta Fernando Durán, uno de los aventureros solidarios.
Antes de volver al pueblo hicieron parada en Madrid para dejar para dejar a diez personas. "Tengo sentimientos encontrados", explica Sixta Guisado, "por un parte es muy gratificante haber podido traer a estas personas y muy devastador todo lo que hemos dejado allí sin poder hacer más". Ayer llevaron hasta Portimao a Olga, su hija y sus tres nietos. En Portugal tienen a parte de su familia. "La despedida fue muy dura porque en poco tiempo hemos establecido vínculos muy fuertes", asegura emocionado Luis Mariano.
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