Antes de los romanos, fueron los fenicios que habitaban a orillas del Guadalquivir, probablemente tras un tsunami, quienes recalaron en las orillas del Guadiana. Por los griegos sabemos que se llamaban Tartesos. Y por los arqueólogos, que construyeron el imponente edificio de dos plantas del yacimiento de El Turuñuelo, en Guareña (Badajoz).
Es único y todo lo que se encuentra es hasta el momento inaudito. Al no tener análogo, los arqueólogos buscan casi a ciegas por dónde discurren sus muros, sus paredes, sus vanos y ventanas y los restos de objetos o de seres vivos. Ahora se busca su puerta principal: "por las dimensiones del edificio, del patio y de todo lo que conocemos ahora, la hipótesis es que sea una puerta monumental. Pero en El Turuñuelo es un poco difícil seguir la lógica", explica Esther Rodríguez, la arqueóloga que codirige la excavación junto a Sebastián Celestino. El arqueólogo añade: "que no haya similitudes con ningún otro edificio hace que toda la investigación sea mucho más emocionante".
"Por las dimensiones del edificio, del patio y de todo lo que conocemos ahora, la hipótesis es que sea una puerta monumental. Pero en el Turuñuelo es un poco difícil seguir la lógica"
Si hay puerta monumental y si se encuentra donde han decidido empezar a excavar ahora no es la única incógnita que podría resolverse en los próximos días. El cuerpo del hombre que se halló dentro del edificio está siendo analizado en Bruselas, tras no encontrarse resultados concluyentes en Corea. Se trata de un diente y si hay restos de ADN, podría averiguarse la dieta del individuo. Y su forma de vida: "lo complicado de todo es que el cuerpo estaba quemado y es difícil hayar trazas de ese ADN", aclara Esther Rodríguez.
Un laboratorio propio
El yacimiento de El Turuñelo es de tal calibre que en esta V Campaña han decidido montar un laboratorio propio. Allí limpian las piezas, las secan y las documentan. Luego las envían a la Universidad Autónoma de Madrid, en caso de tener que restaurarlas y después, al Museo Arqueológico de Badajoz, donde las atesoran.
En ese laboratorio ahora están estudiando pesas de telares: "se han encontrado muchas y eso quiere decir que en este edificio tejían", explica Sabah Walid, su coordinadora, que añade que "otra constatación, por la cerámica, es que importaban de muchos otros sitios y que cocinaban dentro del edificio. Y que también realizaban banquetes". En una de las salas se hallaron platos y bancos corridos por lo que se piensa en una gran comida antes de quemar a los animales. Fue la conocida como la hecatombe (sacrificio animal) de El Turuñuelo, la mayor del Mediterráneo.
Estos días, además, en el campus de la UEX de Cáceres, se analizan los restos de algunos de los 54 caballos, 4 vacas y un perro que fueron sacrificados en aquel ritual en honor, posiblemente, a Astarté, la diosa mesopotámica de la Tierra. Se podrá saber cómo era su pelaje e incluso por dónde se movieron, lo que daría más detalles de la vegetación y de la cabaña ganadera, así como de la economía de la zona y las rutinas de trabajo.
Cuándo llegaron los Tartesos y por qué se fueron
También incidirán en esta campaña en la datación cronológica del edificio. Se sabe que los habitantes de El Turuñuelo se fueron en el siglo V a.C., pero no exactamente cuándo llegaron. En otros yacimientos cercanos, se constata poblaciones tartésicas anteriores, del siglo VII a.C, aunque aquí se apuesta por el siglo VI a.C.
Y por último se seguirá investigando la principal hipótesis del abandono: una crecida del Guadiana que no les permitiera seguir cultivando. Hay pruebas de que el patio principal estuvo inundado. Y hay mucha expectación ante sopresas que, en El Turuñuelo, ya casi siempre se dan por seguras. Hallazgos que, como ocurre desde que comenzaron las excavaciones, en 2015, sin duda seguirán fascinando al mundo de la arqueología a nivel internacional.