Carlos V ha pasado a la historia como un emperador austero, pero el que fue el hombre más poderoso de su tiempo buscó su última morada en un palacio diseñado a su antojo en Cuacos de Yuste (Cáceres).
El emperador exigió que estuviera adosado al Monasterio Jerónimo para poder escuchar misa desde la cama y quiso también que tuviera dos plantas: una de verano y otra de invierno.
A pesar de sus numerosos problemas de salud en ocasiones comía sin medida manjares llegados de muy lejos.
El escritor y gran conocedor en la vida del monarca, Víctor Fernández Correas, ha revelado a Extremadura Noticias que “la verdad es que se pegaba sus homenajes. Había una red establecida entre Lisboa y Valladolid para los correos reales que se desviaba a Yuste para traerle anchoas, lenguados de Sevilla y para darle ancas de rana”.
“La verdad es que se pegaba sus homenajes. Había una red establecida entre Lisboa y Valladolid para los correos reales que se desviaba a Yuste para traerle anchoas, lenguados de Sevilla y para darle ancas de rana”
Atracones que se daba en soledad por sus dificultades para masticar y que incluían bebidas alcohólicas desconocidas en la zona. El monarca se trajo maestros cerveceros belgas y, entre su séquito, medio centenar de germanos que han dejado huella.
Itinerario Cultural Europeo
Carlos V llegó al Castillo de los Condes de Oropesa, en Jarandilla de la Vera (Cáceres) en noviembre de 1556 y tres meses después se trasladó a Cuacos de Yuste, donde permaneció hasta fallecer la noche del 20 al 21 de septiembre de 1558. Tan sólo pasó 22 meses en el norte de Extremadura, tiempo suficiente, eso sí, para transformar a toda la comarca en un territorio imperial para la Historia.
Hoy, ese viaje por Extremadura se ha convertido en la Ruta del Emperador, una actividad declarada de Interés Turístico Regional. En 2016 estrenó la certificación de Itinerario Cultural Europeo, que otorga el Consejo de Europa, a través de su Instituto de Itinerarios Culturales Europeos.