Tiene el Brujo algo de magia que hace que quien se sienta a escucharle en el Teatro Romano lo haga. Él dice que es un juglar, que se conoce bien las piedras. Y que tiene firmada una suerte de complicidad con el público (era la octava vez que estrenaba un espectáculo en el Festival de Mérida).
A este público, que incluye una legión de leales seguidores, esta vez quiere contarle algo nada fácil. Son varias páginas de la mitología que escribió el griego Hesíodo las que desmenuza. En concreto, las que cuentan las vidas de Medea y Edipo y también algunos trazos de la mitología sobre Antígona y de Hécuba. La intención es que los espectadores conozcan quiénes fueron en realidad y por qué acabaron cómo acabaron en las tragedias tantas veces representadas en Mérida. "Medea era una crack. Una hechicera, nieta del dios sol, inteligente, magnética. Y se enamoró de Jasón, que era corto, corto, corto. Era machista. Y ella se enamora. Díganme cuántas parejas no conocen así hoy en día".
Pero dice Rafael Álvarez el Brujo que el que Medea acabara siendo engañada por su marido, expatriada, humillada y matando a sus hijos no fue una fatalidad inevitable. Que algo tuvo también que ver ella. Y sus circunstancias: "ella entra en la web y le ayuda a pasar todas las pruebas", explica haciendo una comparación entre la Medea que ayuda a su amado Jasón a conseguir el vellocino de oro y los engorrosos trámites en internet de nuestra era.
Pero es que además, insiste el Brujo, Medea vivía en una Grecia en la que existía el libre albedrío. El mismo que, asegura el juglar de Córdoba, existe en la India y en el karma del hinduismo. Es decir, que cuando se hacen cosas, pasan cosas y eso no hay dios griego, oriental o católico que lo remedie.
No hay tanto que diferencie a las mitologías porque todas intentan explicar lo inexplicable " y esto es verdad, lo dice Wikipedia". Ni hay tanto que diferencie a los siglos: las "mujeres ya no lloran, las mujeres facturan". Siguen las delealtades y las venganzas. Siguen los enfrentamientos: "había 17 reinos, como las autonomías". Y siguen los deseos siendo el motor de la vida. Una vida que, asegura el Brujo, hay que vivir sin miedo.
Y así se llenó la escena: rociando tragedia, comedia, yoga, anéctodas personales y temas actuales y de actualidad. Es su particular pócima para reírse del destino.