En la Residencia Virgen de Barbaño, de Montijo las visitas de los familiares siguen un estricto protocolo de seguridad. Su Directora Mamen Calero, nos explica que hacerse en el patio, sin contacto físico y con una desinfección previa de los objetos y de la propia ropa. Prefieren confirmar la eficacia de la vacuna antes de flexibilizar las medidas en los encuentros.
Asistimos a uno de ellos: Arantxa, con sus dos pequeños, Mario y Marta, visita a su abuela Adelaida.
La anciana, de 98 años no les espera en ese momento. Está sentada y callada bajo sol de Febrero.
A lo lejos se acerca la joven con dos bebés y notamos como todos los mayores que están en el patio se activan ante la visita. Sin embargo, en solo un segundo, en un gesto corporal casi reflejo, un letrero luminoso señala inequívoco a quien se le acaba de llenar el corazón de cascabales al reconocer a sus familiares: A Adelaida.
Con una agilidad en la que cuesta reconocerla, Adelaida se pone de pie, camina como si en ese momento el andador le estorbara, y por los gestos de sus manos al estar cerca de los suyos intuimos que no para de recordarse a si misma que no debe tocar a su familia.
Cuesta ponerle palabras a la "electricidad" que puede percibirse. Esta es una de esas ocasiones en las que confirmamos que lo más importante de la crónica es lo que no se ve y lo que no se dice: Los olores, los silencios y sobre todo la manera de mirarse que tienen.
En pocos días Arantxa tendrá que volver a Cataluña, donde vive. De ahí que aprovecha cada segundo que comparte con su abuela a la que no podía mirar de cerca casi desde el confinamiento. De hecho Adelaida no pudo conocer a su bisnieta hasta que no tuvo 2 meses.
Arantxa recuerda ese momento con especial emoción. Una emoción latente en cada encuentro que mantienen. A veces riendo, a veces llorando....o, en el caso de Adelaida, recitando radiante frente al capazo de su nieta y ante la atenta mirada de su bisnieto una oración a la Virgen de Barbaño.