"El mayor crimen de violencia religiosa y el más odioso, fue el asesinato, descuartizamiento y quema de Hipatia en Alejandría, en 415, hija del filósofo Teón. Hipatia sobrepasó en cultura a los filósofos de su tiempo. Fue profesora de filosofía, maestra de Sinesio de Cirene, el gran neoplatónico cristiano que guardó toda su vida un inmejorable recuerdo de ella, respetada y admirada por todo el mundo. Era muy libre de palabra. Se veía con frecuencia con Orestes, lo que motivaba entre las gentes de la Iglesia animadversión hacia ella, acusándola de que no permitía que Orestes se reconciliara con Cirilo. Hombres de espíritu exaltado, dirigidos por Pedro, lector, se conjuraron contra ella y le tendieron una emboscada. La tiraron del carro, la arrastraron a la iglesia llamada del Kaisarion, la desnudaron y la asesinaron con tejos; la descuartizaron y quemaron su cuerpo en un lugar llamado el Kinaron. Este crimen se volvió contra Cirilo y contra la Iglesia de Alejandría, pues los asesinatos, las luchas y las prácticas parecidas son contrarias a las enseñanzas de Cristo".
Lo escribió José María Blázquez Martínez, de la Real Academia de la Historia.
Orestes era el prefecto de Alejandría y tenía el favor de Hipatia. Se enfrentó a Cirilo, eclesiástico, patriarca de Alejandría (el patriarcado de Alejandría es el nombre de la iglesia cristiana de Alejandría: a su cargo tenía más de cien diócesis), porque Cirilo instigó una serie de motines antijudíos y se adueñó de casi todas las sinagogas de la capital, hubo revueltas y la respuesta fue, porque yo lo valgo, destrozar la sinagoga principal y saquear las propiedades de los judíos. Orestes se quejó ante el emperador Teodosio y llegaron 500 jóvenes para defender a Cirilo.
Era el año 414. Las gastaban igual que ahora, pero sin bombas de racimo.
A Hipatia de Alejandría la puso en el imaginario popular español el director Alejandro Amenábar con su película 'Ágora'. Hipatia (Rachel Weisz) enseña matemáticas, astronomía y filosofía a los hijos de la élite de Alejandría. Entre los estudiantes están Orestes (Oscar Isaac) y Sinesio (Rupert Evans). Otro de los personajes es el joven esclavo Davos (Max Minghella) enamorado de Hipatia: Orestes también se enamora de ella. Pero el amor de Davo es mejor: la mata antes de que la desollen para evitarle el dolor.
Sabemos que era matemática, filósofa, astrónoma, inventora, escritora y que anticipó algunos de los descubrimientos que vendrán siglos después.
No hay ninguna obra de teatro dedicada a ella, salvo la que va a montar De Amarillo Producciones, con texto de Miguel Murillo y protagonizada por Paula Iwasaki.
La mataron los cristianos, es la hipótesis más plausible, pero la vinculación de los asesinos con la autoridad eclesiástica no está clara, aunque qué más da. Tampoco se sabe si estaba liberada sexualmente (aunque hablar de liberación sexual en la antigüedad tardía a mí se me hace cuesta arriba) o se mantuvo virgen aunque se casara (o no) con Isidoro, otro filósofo.
"Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hipatia, hija del filósofo Teón, que logró tales conocimientos en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción", escribió Sócrates de Constantinopla. Según Damascio era "de naturaleza más noble que su padre, [y] no se conformó con el saber que viene de las ciencias matemáticas, en las que había sido introducida por él, sino que se dedicó a las otras ciencias filosóficas con mucha entrega". Hipatia consiguió "tal grado de cultura-sigue diciendo Sócrates de Constantinopla, historiador- que superó de largo a todos los filósofos contemporáneos. Heredera de la escuela neoplatónica de Plotino, explicaba todas las ciencias filosóficas a quien lo deseara. Con este motivo, quien quería pensar filosóficamente iba desde cualquier lugar hasta donde ella se encontraba".
Una se imagina a esta señora que inventó destiladores y que usaba la palabra para hacer pensar y se acuerda de las calígrafas chinas, que escribían los nombres de las mujeres calígrafas que las habían precedido para hacer notar que eran pocas, pero estaban ahí, y formaban parte de una tradición.
Escribamos, pues: Hipatia de Alejandría, María Zambrano, Lilian Moller Gilbreth, María Asunción Català, Wang Zhenji, Judith Butler, Henrietta Swan Leavitt, Mary Wollstonecraft, María Teresa Ruiz, Olympe de Gougues, Stephanie Kwolek, Philippa Foot, Hannah Arendt, Hiparquía de Maronea, Melitta Bentz, Sophie de Grouchy, Harriet Taylor Mill, Hedy Lamarr, Lou Andreas Salomé, Martha Coston, Christine de Pizan, Ada Byron, Edith Stein, Mary Anderson, Marie Curie, Antonia Ferrín Moreiras...
