15 Febrero 2021, 14:22
Actualizado 15 Febrero 2021, 21:30

El Día Internacional del Cáncer Infantil se conmemora hoy por vigésimo año consecutivo. Una cita anual que sirve para renovar el compromiso del mundo científico y de todas las familias afectadas por esta tragedia, de seguir luchando junto a sus hijos. 

Cuando uno va a ser padre, se imagina una nueva vida llena de risas y de amor, y algún que otro ratito de estrés, claro está. Pero jamás piensa en que todo eso vendrá acompañado de un cáncer, de largas sesiones de quimio, de días y días de hospital, de operaciones y de momentos muy duros en los que sólo ese gran amor por tu hijo te impulsa a tirar hacia adelante. Es lo que nos cuentan hoy Saray y Paco, los papás de Pablo, un bebé de 23 meses, de la localidad pacenses de Esparragalejo, al que le diagnosticaron cáncer con apenas 8 meses y medio. "Me lo mandó la pediatra, le hicieron una resonancia, y ahí vieron que tenía un tumor en el nervio óptico izquierdo, que era el ojo que tenía él más grande", nos cuenta.

Y es que los síntomas comenzaron cuando Pablo tenía poco más de 7 meses. Su ojo izquierdo se hizo más grande, y dejó de fijar la mirada y prestar atención a las voces de sus familiares. Sin embargo, tanto pediatra, como oftalmólogo, no vieron ninguna patología importante inicialmente. La insistencia de Saray y su visita a una neuropediatra fueron imprescindibles para dar con el origen de lo que le ocurría a Pablo.

Ese día, un 17 de diciembre, comenzó esta lucha familiar contra los peores pronósticos. El cirujano que les atendió les aseguraba que la esperanza de vida del niño hubiese sido muy escasa de no haberlo visto a tiempo. Sara lo recuerda bien: "Fueron las primeras palabras del cirujano, porque después de tanto insistir, de que el niño tenía algo, y me decían que no tenía nada, que el niño estaba bien, que era obsesión mía...Y que lleguemos allí y me diga eso, pues la verdad es que se me hizo un mundo".

"Me decían que no tenía nada, que el niño estaba bien, que era obsesión mía"

14 meses después, a sólo 2 ciclos de quimio de acabar el tratamiento, Pablo vuelve a recuperar su actividad normal. El tumor es inoperable y, aunque se ha reducido lo suficiente como para permitirle hacer su vida, también le ha quitado el 90 por ciento de la visión del ojo izquierdo, y le ha sumado a su familia la incertidumbre de saber que tiene que vivir con ello.

"A mí me dicen que la buena suerte es que él es un bebé y que él no se va a acordar de esto. Pero para mí, me va a quedar para toda la vida. Y siempre con el miedo cuando vayamos a las revisiones, siempre, porque no se puede ser negativo, pero es que en este caso es muy difícil no pensar que eso ha podido crecer, es muy difícil".

Me dicen que él es un bebé y no se va a acordar de esto. Pero para mí, me va a quedar para toda la vida.

En el Día Internacional del Cáncer Infantil, Saray y Paco piden a la ciudadanía que se haga donante para ayudar a otros niños, ya que hacerlo con Pablo no es posible. Y a las autoridades, que no cese la investigación porque son demasiados casos: "Hay muchísimos casos, y es que no te das cuenta verdaderamente hasta que no entras en esto, y es que de verdad que cada vez que vamos al hospital hay gente nueva"

El apoyo de su familia y de los vecinos del pueblo, que se han volcado con ellos, ayudan a Saray a seguir luchando. Pero el motor de esa lucha siempre será el amor de su hijo: "Él me da fuerzas porque siempre lo ves riéndose. Te llama: '¡Mamá!' Y eso quieras o no te anima, pero es muy duro, porque lo ves pasar tanto como está pasando, tan chiquitito como es, y te vienes abajo. Pero siempre lo diré, que gracias a él, yo puedo seguir adelante".