La última obra que se representa estos días dentro del festival de Mérida es 'La tumba de Antígona'. Una Antígona muy especial que llega desde un sepulcro sin tierra que recrea la escritora María Zambrano, y que la directora Cristina Silveira ha traducido, junto a Nieves Rodríguez, para llevarla hasta el escenario del romano.
El proceso de ensayo comenzó en un espacio pequeño y cerrado, situándose en el lugar del delirio de Antígona, enterrada viva. Porque todo sucede dentro de su cabeza, de su corazón, de sus entrañas. Y desde ahí, lo trasladan al escenario del romano. "La tumba la tenemos generada en la Orchestra con Antígona", explica Silveira, "y se extrapola a la Scaenae en esa dimensión del sacrificio extendido". Así, lo que Antígona expresa con la palabra se pone en movimiento, como una película en vivo y en directo. De esta forma, se hace visible la palabra, y llega al espectador.
La palabra de la escritora y filósofa María Zambrano, que habla de la familia, del silencio, de la catarsis y de la luz en la oscuridad. Partiendo del exilio, como dice Antígona, "en la muerte y sin tierra".
Con la danza, la música y con una dramaturgia visual muy rica, van dibujando la historia. Veremos así un lugar de devastación, de desequilibrio en ocasiones, más limpio en la infancia de Antígona, y minimalista en su tumba. Una tumba sin tierra, para viajar por el delirio.