27 Octubre 2023, 16:14
Actualizado 27 Octubre 2023, 16:32

Antes del Albergue 'El Prado', el Centro de Refugiados de Mérida, CEAR, acogía a las personas que venían de fuera. Era mucho más pequeño, estaba ubicado en la calle Suárez Somonte y allí vivieron, durante un tiempo, Evelina Kroyan y sus dos hijas. Hace 23 años tuvieron que abandonar Armenia por la situación política que se vivía en el país.

Reconoce que los inicios "no fueron nada fáciles". Primero llegaron a Madrid y después Cruz Roja les trasladó a la capital extremeña. "Es muy difícil adaptarse al principio en una tierra extraña y más al tener niñas pequeñas".

"Mi casa está abierta para todo aquel que necesita ayuda"

Cuando llegaron a Mérida, sus hijas tenían 16 y 17 años respectivamente. No conocían el idioma. Ani Simonyan, la mayor de las hermanas, nos cuenta que cuando les dijeron que iban a un centro de refugiados "no tenían ni idea de lo que era eso. Allí había gente de Afganistán, Colombia, Chechenia y países africanos. Mucha mezcla de culturas. Fue curioso lo que allí se vivió".

Después de casi dos años en el CEAR, consiguieron los papeles, superaron sus problemas con el idioma y se quedaron a vivir en Mérida "gracias a la ayuda de los vecinos". "Nos recibieron muy bien- continúa-. Éramos adolescentes y había muy pocos extranjeros en la ciudad, y eso hizo que se volcaran más. Iba a muchos cumpleaños de niños y niñas que casi no conocía".

"Mis hijas me lo han puesto muy fácil para emprender un vida en Mérida"

Su madre es profesora de violín, pudo dar algunas clases pero, sobre todo, tuvo que buscarse otros trabajos para sobrevivir. Ahora regentan el 'Café Joplin', un bar céntrico muy conocido en la capital extremeña.

Clientas tomando un café en el bar

Toda la familia se adaptó a la vida emeritense, a sus costumbres, normas, estilo de vida, las hijas estudiaron en los institutos y rápidamente se pusieron a trabajar. Evelina se emociona al recordar el apoyo recibido. "Mis hijas me lo han puesto muy fácil, son muy responsables, estudiaban y trabajaban, no he tenido problemas para emprender una vida aquí".

Ambas agradecen la ayuda que han tenido. "Nos han ayudado mucho y estamos muy contentas. Es verdad que antes había menos racismo que ahora. Éramos novedad y no extranjeros, y eso ha facilitado las cosas"

Por eso no dudan en volcarse con cualquier persona vulnerable que viene aquí en busca de un futuro mejor. "Mi casa siempre está abierta  para todo aquel que necesita ayuda", indica Evelina. 

Empatizan con los migrantes que han llegado a la capital extremeña, se han puesto en contacto con algunos de ellos y les han tendido la mano como hace dos décadas se las tendieron a ellas.