Mediamos enero, el mes más frío por excelencia de todo el año. Aunque desde finales de diciembre comienzan a aumentar las horas de luz, este fenómeno no lo experimentan aún los termómetros. Habrá que esperar al loco de febrero para notar tal efecto... aunque, bueno, febrero tampoco es de fiar con sus olas de frío siberiano que pueden marcar las temperaturas mínimas absolutas del año.
Del colegio aprendimos que cuando el mercurio baja de los 0ºC el agua se congela y esto se traduce en la atmósfera en la aparición de las heladas, un hidrometeoro de especial importancia para la agricultura ya que sirve de control para que la población de invertebrados no se dispare en la primavera siguiente. Además, diversos estudios prueban que la temperatura es el factor meteorológico (¡más que la lluvia!) que más condiciona el desarrollo de las plantas. Por estos motivos, la Climatología siempre ha prestado atención en este aspecto.
Podemos definir la helada como el estado atmosférico en el que la temperatura del aire se encuentra a 0ºC o menos. A partir de aquí, se pueden dar dos escenarios dependiendo de la humedad ambiental: las heladas blancas o escarcha si el ambiente es húmedo y las heladas negras (muy perjudiciales para los vegetales) si hay sequedad.
Tirando de climatología, en el conjunto nacional notamos grandes diferencias en cuanto al número de días de helada al año se refiere. Se superan los 150 en las cumbres de los Pirineos, de la Cantábrica y de la Bética. En cambio, toda la costa andaluza, murciana y valenciana apenas ven al termómetro caer de los 0ºC.
Centrándonos en Extremadura, las heladas no son un fenómeno demasiado frecuente. En líneas generales contamos entre 10 y 20 días al año. Eso sí, se disparan por encima de los 80 en las cumbres del Sistema Central; pero apenas llegan a 10 en las comarcas del suroeste y en el tramo medio del Tajo.
Aunque resulte paradójico: en Badajoz hiela más que en Cáceres a pesar de que éste esté a mayor altitud que aquél. Y es, precisamente, esta circunstancia la que justifica tal hecho: el aire frío, más denso que el cálido, se aposenta sobre el valle del Guadiana con mayor facilidad que en la capital cacereña. Por ello, en Cáceres hiela una media de 8 días al año, mientras que en Badajoz lo hace unos 20.
Hablando de capitales de provincia, Teruel es donde más se dejan ver las heladas con 94 días, seguida de Ávila con 90 y de Soria con 87.
Las primeras en Extremadura suelen aparecer en la segunda quincena del mes de octubre en las partes más altas de las sierras de Gredos y de Candelario. Con el paso de los días se extienden hacia el sur hasta abrazar la mayoría de las comarcas en la última quincena del año. Sin embargo, hay reductos en los que cuesta que hiele, como en La Serena o Sierra Suroeste donde hay que esperar a finales de enero para ver el termómetro debajo de los 0ºC.
Sin embrago, en los Pirineos, en la Cantábrica y zonas de la Ibérica las heladas aparecen en la segunda quincena de septiembre, nada más empezar el otoño climatológico.
El peligro de las heladas desaparece en Extremadura a principios de marzo, pero donde más cuesta es en las sierras del norte donde habrá que esperar a abril. Sin embargo, no es infrecuente que se den episodios de heladas tardías. Un ejemplo lo tenemos en marzo del año pasado en nuestra región. Los hielos dañaron severamente 4.000 hectáreas de cultivo, sobre todo de uva, albaricoque y ciruela (en Badajoz) y de almendro (en Cáceres); y al menos, 38.000 hectáreas en el resto del país, elevando las indemnizaciones de las aseguradoras a los 55 millones de euros.
Donde prácticamente está helando todo el año es en el entorno de Gredos, de Los Montes de León, puntos de la Bética soriana y en Los Pirineos donde aún en junio se puede ver por la mañana esa fina capa de hielo. Y es que ya lo dice el refrán: “El verano en la montañas termina con Santiago (25 de julio) y empieza con Santa Ana (26 de julio)”.
