En el diccionario podemos encontrar más de 70 palabras relacionadas con la lluvia.
Cuando el cielo está cubierto y no rompe a llover que está el agua dura y cuando aparecen las gotas iniciales de la precipitación decimos que está chispeando o también que está chispenendo. Empiezan a caer las primeras cuatro gotas. Si todo acaba aquí y apenas se ha mojado el suelo, hablamos de un matapolvos y si arrastra el polvo en suspensión propio del verano decimos que está guarreando por el aspecto que deja en los objetos.
En ocasiones ocurre que la llovizna es tan fina y débil que ni te enteras de que está lloviendo. Ocurre cuando tenemos el cielo cubierto de estratos. Es entonces cuando hablamos del calabobos, del chirimiri del norte peninsular y del chiriso de los canarios. Y en Extremadura hablamos de mollinear, asemejando esta precipitación al ambiente que se creaba en los molinos de trigo cuando se hacía la molienda. De hecho, los andaluces y los venezolanos hablan de harinar.
Si la llovizna es algo más intensa tenemos el orballo gallego. Y aquí en Extremadura tenemos la meonina, la mollina, la mojetina y la chiringa.
Para lluvias más fuertes y continuas hablamos de jarrear y de diluviar. Y cuando duran varios días decimos que se mete el tiempo en agua. Si la acompaña el viento hablamos de marcina.
También tenemos las precipitaciones breves y de gran intensidad: los chubascos, los aguaceros y los golpes de agua. Y de aquí, de los chubascos, pasamos a una chupa de agua y el chaparrón.
Por cierto, el término borrasca viene del nombre del dios griego del viento del norte, de Bóreas.