Desde un año nada es como antes. La llegada covid-19 vino y nos trastocó todo: nuestra forma de relacionarnos, nuestra forma de actuar y nuestro modo de vida, en definitiva. Ahora se cumplen doce meses en los que estuvimos encerrados en nuestras casas para contener el terrible avance de la enfermedad, paralizando toda actividad humana. El confinamiento fue generalizado en Europa, Asia y Norteamérica, principalmente. Esta circunstancia acarreó una fuerte diminución de la emisión de gases de efecto invernadero.
Por este motivo, esta semana se ha publicado un estudio titulado “Quantifying the influence of short-term emission reductions on climate” en la revista Science Advances realizado por un equipo del Canadian Centre for Climate Modelling and Analysis, Environment and Climate Change en Canadá. En él se pone de manifiesto qué repercusión ha tenido en el clima este frenado en seco de la industria.
De lo que no hay duda es de la desaceleración que han sufrido en las emisiones de gases de efecto invernadero. Llama la atención el caso del gigante chino cuyos humos eyectados fueron un 25% más bajos (de 2,6 a 1,5% gigatoneladas de CO2) en dos meses.
Sin embargo, ¿ha notado nuestro planeta un alivio por esta supresión? Si es así, ¿de cuánto? Y si es que no, ¿a qué nivel deberíamos llegar? ¿Habido algún cambio meteorológico como, por ejemplo, en las temperaturas o en las lluvias? Estas son las preguntas que se han hecho estos científicos canadienses y cuyas respuestas os voy a resumir.
Para el caso del CO2 se ha notado que las emisiones han aflojado un poco. Han continuado subiendo, pero a un ritmo menor. El modelo apunta una reducción de los niveles de este gas a ras de suelo. De hecho, si aminoramos un 25% las emisiones, sus efectos serían visibles al cabo de 3 meses y aguantarían durante dos años; y si fueran del 50%, las consecuencias aguantarían durante una década. Pero no se puede pronosticar mucho más, ya que el CO2 tiene una gran permanencia natural y tampoco sabemos qué planes de actuación tendrán los gobiernos. Sin embargo, la temperatura global aún ha mantenido su línea ascendente; notan acusada, pero ascendente.
En la mezcla de humos que insuflamos a la atmosfera, hay otros componentes como iones de sulfato y de nitrato, así como aerosoles. A diferencia de lo que ocurre con el CO2, la permanencia de ellos mucho menor en la atmósfera; esto es, decaen rápidamente si paralizamos la contaminación; pero rápidamente aumentan en cuanto la actividad económica se reactiva. Su incidencia es pequeña a largo plazo. Además, se ha observado que la extensión de los efectos de CO2 es mayor que la de los iones y la de los aerosoles.
En resumidas cuentas, aunque se cancelaran ahora mismo todas las emisiones de gases contaminantes, aún persistiría el aumento de la temperatura global del planeta, debido a la inercia natural del CO2. Y la repercusión que ha tenido las reducciones a causa de la pandemia, apenas ha sido un suspiro.
En el último punto está la pregunta de si ha habido alguna modificación relevante en el patrón de las lluvias y de las temperaturas. Y sí. Se han dado anomalías positivas de temperatura en América del Norte y en el norte de Eurasia, mientras que las lluvias han disminuido en los trópicos. Esto último se explica por un avance hacia el norte de la zona de convergencia intertropical, esa banda cercana al ecuador donde confluyen los vientos de los dos hemisferios y, por tanto, donde se generan abundantes lluvias que dan lugar a las selvas.
Puedes acceder a más información, aquí http://advances.sciencemag.org/cgi/content/full/7/10/eabf7133/DC1
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