Se confirman las sospechas: los huracanes podrían ser cada vez más potentes. Los científicos tenían la mosca detrás de la oreja desde hace años, pero hasta ahora no se ha publicado un trabajo con resultados concluyentes.
La semana pasada apareció en la revista “Science Brief” (sciencebrief.org) un paper cuyos autores pertenecen a la NOAA (la Aemet estadounidense) y a las universidades de Princeton y de East Anglia (Reino Unido). Será presentado en la nueva Conferencia Climática “COP26” que se celebrará en Glasgow en la primera quincena de noviembre de este año.
Este equipo de científicos ha evaluado 90 textos científicos, los cuales han sido revisados por pares, es decir, que cada texto ha sido cotejado por personas con la misma competencia profesional. Se consigue así un nivel de calidad excelente en los resultados finales. Es una técnica muy usada en el mundo académico de la investigación.
Se ha estudiado la frecuencia y la intensidad de los ciclones tropicales, tanto en el presente como en las proyecciones futuras ofrecidas por los modelos. Y parece que no hay duda: a pesar de que no se observa un claro aumento del número de ciclones, son cada vez más intensos y llegan a latitudes más próximas a los Polos.
Todo apunta a que el aumento de la temperatura superficial de los océanos está detrás de todo. Que los mares estén más calientes tiene varias repercusiones: aumenta el aporte de vapor de agua del mar a la atmósfera, cuya condensación es el alimento de los ciclones; y una mayor expansión del agua lo cual implica una subida del nivel del mar y mayores posibilidades de inundaciones debido a las mareas ciclónicas. Sin olvidarnos del trastorno en la circulación de las corrientes marinas y oceánicas.
Este trabajo avala las conclusiones que se ofrecieron en el Quinto Informe de Evaluación del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) en el año 2014. En él se puso de manifiesto que era muy probable que detrás del actual calentamiento global estuviese la mano del hombre desde, al menos, 1951. Esto conduciría a una mayor proporción de ciclones tropicales de categorías 4 y 5, con vientos más potentes (un aumento del viento del 5%, con posibilidades de que roce el 10%), con mayores inundaciones y con acumulados de precipitación superiores.
La intensidad media de los ciclones tropicales aumentará un 5% para un escenario de un calentamiento global de +2ºC
Este último artículo pone de manifiesto que no se ha detectado un aumento significativo del número de huracanes. Pero que no se haya detectado no quiere decir que no lo haya. Los investigadores desconfían de esta conclusión ya que los sistemas de monitoreo han mejorado sustancialmente en las últimas décadas y cotejar datos de antes y de ahora no es tan sencillo. Como tampoco se sabe si serán más extensos o no.
Pero sí que se ha observado es que cada vez son más frecuentes los de categoría 3 o superior y que los de categorías 4 y 5 han aumentado significativamente desde 1979. Esto no queda del todo claro si esto es achacable a la propia variabilidad natural del clima o si es otro síntoma de del cambio climático de origen antropogénico, debido, precisamente, a la mejora de las medidas. Por tanto, no se puede decir nada en claro de cara al futuro. Los resultados son muy dispersos y no arrojan una dirección definida.
Sin embargo, llaman la atención los resultados de Murakami de 2020. Este científico de la NOAA vaticina una disminución del número de huracanes en las próximas décadas. Su explicación la basa en la tendencia a la baja de la cantidad de aerosoles presentes en la atmósfera, pese a la existencia de gases de efecto invernadero, ya que los primeros afectan más que los segundos. Este hallazgo es importante ya que sus modelos son los únicos que han sido capaces de simular con verosimilitud el comportamiento de los ciclones en el planeta desde 1980.
Otros, en cambio, prevén un aumento de la proporción (del 24%) y del número de días favorables (35%) para la existencia de estas estructuras de bajas presiones.
Que exista un ambiente más húmedo sobre la superficie del océano implica, además, que las lluvias asociadas a los ciclones tropicales sean más abundantes. Ya el Quinto Informe de Evaluación del IPCC apostaba en esta línea: existe una confianza media en que el forzamiento antropogénico ha contribuido a la intensificación de estos episodios a escala mundial desde mediados del siglo XX.
No parece que haya muchas dudas a este respecto. Existe una consistencia entre los distintos modelos empleados, independientemente de si se emplean a nivel local o general. Se estima que en un escenario de calentamiento de +2ºC, las tasas de lluvia pueden crecer hasta un 14% en término generales. En el caso del Atlántico norte el aumento llegaría al 24% si las emisiones de gases de efecto invernadero son máximas.
En cuanto a la velocidad de desplazamiento de estos centros de presión, las proyecciones futuras son inciertas a escala global, a pesar de que se intuyen cambios dependiendo de la zona donde se estudien. Por este motivo no es posible llegar a un consenso sobre la incidencia del calentamiento.
Tampoco se sabe muy bien si habrá más huracanes, ciclones y tifones que lleguen a tocar tierra. Sí que se ha comprobado un aumento en el Pacífico noroccidental de entre un 12 y un 15% entre 1977 y 2014. No así en los que impactan en Norteamérica. Los monzones también se verán intensificados debido al debilitamiento de los vientos en las inmediaciones de los mares Arábigo y de Bengala.
Delta, Leslie, Alpha… seguro que recuerdas estos nombres. Son centros de bajas presiones de origen tropical que nos han visitado en los últimos años. La razón está en las anomalías positivas en las temperaturas superficiales del agua marina. Esto allana el camino a los ciclones, que pueden campar casi a sus anchas hasta poder tocar la península. ¿Veremos llegar un huracán a Extremadura en las próximas décadas? Cada vez parece menos de ciencia ficción.
En relación a esto último, la latitud de máxima intensidad de ciclones tropicales ha migrado hacia los polos en ambos hemisferios. Durante los últimos 30 años el ritmo de este límite ha sido 50 a 60km/década, en especial en el Pacífico noroeste y en buena medida es achacable al calentamiento de las capas superficiales de los océanos.
En fin… un panorama, cuanto menos, preocupante.
Algo está cambiando.
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