En esta primera semana de noviembre hemos vivido un nuevo episodio de lluvia, torrencial en algunos casos con inundaciones e importantes pérdidas económicas. Un nuevo temporal que ha llegado a Extremadura tras el asociado a la borrasca Bárbara del pasado mes de octubre.
En Andalucía y en la Comunidad Valenciana estos días ha llovido mucho también. En solo 48 horas se han recogido más de 500 mm en Sueca (Valencia) o lo que es lo mismo, más o menos toda la lluvia que se recoge en un año normal de precipitaciones en Cáceres.
Cantidades de agua, las de estos episodios que son muy difíciles de controlar y “gestionar” y menos en tan cortos espacios de tiempo. En Ribera del Fresno, por ejemplo, el pasado miércoles tuvimos intensidades de lluvia de unos 100 mm/h y en Zorita incluso de algo más de 127 mm/h (datos de las estaciones de Aemet Extremadura en estas localidades).
Riesgo vs vulnerabilidad
En el actual escenario de cambio climático los modelos apuntan a que cada vez aumentará más la frecuencia de estos episodios extremos, aunque es verdad que en nuestro clima estas lluvias torrenciales, de alta intensidad y de baja frecuencia son fenómenos que no podemos considerar extraordinarios. Todos los años oímos, leemos o vemos noticias relacionadas con lluvias intensas e inundaciones, es lo que llamamos un riesgo natural propio de nuestro clima, con el que hay que saber convivir.
De todas formas, nuestra relación con el medio que nos rodea puede hacer que los efectos de estas lluvias sean de mayor o de menor intensidad y aquí es donde empezamos a hablar de otro concepto que debemos tener muy claro en estas situaciones: el de la vulnerabilidad.
En los últimos 70 años el desarrollo tecnológico y la mejora en las técnicas y de los materiales de construcción nos ha permitido conquistar terrenos que a mediados del siglo pasado no eran considerados idóneos para urbanizar. Ocupamos y asfaltamos o edificamos en cauces de ríos (en el cauce del Túria por ejemplo en Valencia) o en los desagües naturales de ríos, riberas o gargantas y levantamos núcleos de población en zonas inundables, buen ejemplo son los pueblos de colonización que aparecieron en las Vegas del Guadiana a mediados del siglo XX.
Así que sí, el desarrollo tecnológico a diferencia de lo que pudiéramos pensar podríamos decir en cierta manera que nos expone más a los efectos de los fenómenos meteorológicos (y naturales en general), por el hecho de que asumimos mucho más riesgo. Un riesgo que en muchas ocasiones queda en lo que podríamos llamar la letra pequeña de nuestro desarrollo ¿Alguien ha considerado alguna vez el riesgo de inundación del barrio en la que vive antes de comprar su vivienda? ¿Las probabilidades que hay de que se desborde el arroyo cerca del que vive? ¿El número de días en los que el viento supera un determinado umbral en la ciudad en la que reside? Etc…
La distorsión de la imagen
Además, en una sociedad en la que la imagen lo eclipsa todo, en estos episodios solo vemos en televisión las áreas (lógico) con las inundaciones más significativas, habitualmente zonas de costa en las que las lluvias y la subida del mar ha provocado crecidas en los barrios de primera línea de mar o bajos y “antiguos” cauces de ríos que ahora son vías de comunicación o calles y aparcamientos asfaltados convertidos en auténticas piscinas, mientras y eso es lo que no se ve, las zonas más protegidas de la ciudad (las más antiguas normalmente) han sufrido daños considerablemente menos espectaculares.
Las fuertes lluvias de la tarde han provocado el desbordamiento del Arroyo Valdemedel en #RiberaDelFresno. El agua ha provocado importantes daños materiales y varios vecinos han tenido que ser rescatados.
— Extremadura Noticias (@EXNdigital) November 4, 2020
No es que las precipitaciones tengan poco peso en estos efectos, ya hemos dicho que esas cantidades de agua en esos breves espacios de tiempo no hay red de desagüe que pueda evacuarla en condiciones, pero quizá y de eso va esta entrada lo que sí es seguro es que menospreciamos el porcentaje en esos daños que suponen la urbanización y la gestión de los usos del suelo que hacemos en nuestros pueblos y ciudades, en definitiva de nuestra relación con el medio que nos rodea.