"De acuerdo con las cronologías habituales, se supone que estamos al límite de cuando ya no utilizaríamos el término 'tartésico', pero bueno, esto no deja de ser un límite arbitrario. De hecho, tampoco es un problema estrictamente desde el punto de vista lingüístico, porque, si no hay cambio de población, la lengua sería la misma". Son palabras de Joan Ferrer i Jané, epigrafista. Un epigrafista se dedica a estudiar inscripciones: todas ellas: estructura, materiales, soportes, formas, contenido, funciones: ¿cómo se escribió? ¿quién lo escribió? ¿a qué civilización pertenecía? ¿usaron punzones, pieles, ceras, barro? ¿cómo se articulaba la lengua, cómo eran los sonidos? "En mi conceptualización del tema, para mí la lengua turdetana y la lengua tartésica no dejan de ser evoluciones de la misma lengua: que pongamos el límite en el siglo V no deja de ser arbitrario". Turdetanos: pueblo prerromano que habitaba en una región que abarcaría el valle del Guadalquivir desde el Algarve en Portugal hasta Sierra Morena, coincidiendo con los territorios de la antigua civilización de Tartesos. Pueblo o pueblos, porque hay arqueólogos que hablan de que eran poblaciones bastante heterogéneas.
Para determinar la lengua que se usaba en el Turuñuelo, se necesitan más datos: "hacen falta más inscripciones: que podamos ver qué tipo de antroponimia es, cómo son los morfemas, qué palabras usan, a ver si se parecen a algunas de las lenguas que conocemos".
"Todos estamos esperando que aparezca el archivo del Turuñuelo, a ver si es verdad y aparece en una de las habitaciones que quedan por excavar un archivo epigráfico, porque un yacimiento como este tenía que tener algún tipo de control de producción", asevera: puede que algún escribiente anotara cuánto trigo y cuánta aceituna había.
Con el Turuñuelo solo tenemos preguntas. La historia la conocen: en la tablilla que se encontró la pasada semana en el yacimiento de Guareña, aparecieron también letras. De ellas se percató Ferrer i Jané, que se puso en contacto con los investigadores. Aunque las fotos que le enviaron "son mejores que las publicadas inicialmente, seguramente hará falta una inspección directa de la pieza -dice- para poder acabar de ver los signos finales, que están más desgastados" porque no se les ha podido identificar. Sí lo hizo con el signo i, "que es muy característico de las inscripciones paleohispánicas: no es un signo geométrico, no es fácil que se confunda con una figura geométrica arbitraria, así que cuando vemos este signo (...) con él ya tenía suficiente para afirmar que estábamos ante una inscripción". Es una secuencia que ya conocíamos por otros restos arqueológicos.
Las escrituras paleohispánicas
De hecho, deberíamos haber comenzado explicando algo primero. ¿Qué es una escritura paleohispánica? La pregunta estaría mal formulada, de partida, porque no hay una única escritura: son varios sistemas. Los crearon los pobladores de la península ibérica (España y Portugal) antes de que el alfabeto latino se convirtiera en el sistema dominante. Se usaron con seguridad, como mínimo, desde el siglo V antes de Cristo. Como ocurre siempre con la Edad Antigua, no hay fechas claras o las hay dependiendo de los territorios (¿no les resulta apasionante tanta incertidumbre?).
Hasta el momento, solo hay constancia de la existencia de dos abecedarios más de escrituras meridionales. Según las primeras investigaciones, nos cuentan desde el CSIC, el abecedario del Turuñuelo repite, como mínimo, los 10 primeros signos del abecedario del yacimiento de Espanca, en Castro Verde (Portugal). “Este abecedario tiene 27 signos y es el único completo que conocíamos hasta la fecha. Se encontró otro en la excavación de Villasviejas del Tamuja (Cáceres) pero está muy fragmentado, solo tiene algunos signos centrales. Con lo cual el de Guareña sería el tercero y aportaría mucha información”, apunta Ferrer i Jané.
Tampoco está entero. Se ha perdido una parte que, cómo no, es de las más relevantes. ¿Por qué? Porque cuando una cultura adapta su abecedario de otra, ésta suele ser una adaptación muy conservadora: "En el caso de las escrituras paleohispánicas, los 13 primeros signos de Espanca, por ejemplo, o ahora del Turuñuelo, corresponden más o menos al mismo orden del alfabeto fenicio". Tras estos signos, posiblemente cofieron otros, también fenicios "y les cambiaron el valor". Luego, cuando se les acabaron y seguían necesitando más, se los inventaron. Esa invención es la que no tenemos: nos faltan los signos del 15 al 21, pero, quién sabe: igual hay un fragmento escondido que sale a la luz en la próxima campaña.
Se han descubierto tres abecedarios, pero más textos e inscripciones en la península ibérica. "Hay casi una decena ya de sistemas distintos -explica el epigrafista-: los organizamos en dos familias, la del norte y la del sur, porque tienen diferencias, pero hay características comunes, como el uso, a la vez, de signos alfabéticos y signos silábicos. No es un silabario ni un alfabeto. Les llamamos semisilabarios porque coinciden los dos tipos de escritura. Creemos que la escritura paleohispánica deriva del fenicio y que luego se dividió en estas dos familias". Un silabario representa una sílaba (representa o se aproxima a lo que hoy entendemos como sílaba): sería un sonido consonántico, seguido de una vocal. ¿Cuántas vocales había? ¿Con qué sonidos? ¿Cómo hablaban o cómo cantaban? De nuevo la incertidumbre.
Tanto en el norte como en el sur, las escrituras "corresponden a diferentes lenguas y culturas arqueológicas". En el sur se observa "mucha fragmentación". En la parte de Jaén se usa la lengua ibérica; en el valle medio del Guadalquivir "parece que es la lengua turdetana"; en el sur de Portugal, en Beja y Algarve, "hay un centenar de estelas funerarias con un sistema epigráfico muy característico" y luego, en toda esta zona que llega hasta Villasviejas del Tamuja, en Botija (Cáceres) "hay distintas lenguas que creemos que son de la misma familia, pero no sabemos si representan la misma lengua, lenguas distintas, alguna de las lenguas que ya conocemos"...
En el norte hay unas 2500 inscripciones (vascónico, ibérico, celtibérico), pero en el sur hay menos: el conjunto que está entre Andalucía y Extremadura "es muy pequeño". ¿Con qué escribían? Probablemente sobre materiales perecederos: barro o pieles. ¿Para qué? Esperamos más descubrimientos en la próxima campaña.