Este pasado fin de semana se me vinieron a la cabeza los terribles recuerdos del tsumani del 26 de diciembre del ya lejano 2004 en el que perecieron ahogadas más de 250.000 personas, muchas de ellas ilocalizables. Esta ocasión era la erupción del volcán submarino Hunga Tonga-Hunga el pasado sábado, 14 de enero. Esa colosal nube de humo vista desde satélite me puso los pelos de punta al temer que se repitiese la misma historia. Pero, afortunadamente, no fue así.
Rara vez los volcanes submarinos desatan maremotos significativos. Los terremotos, en cambio, sí. Pero esta erupción volcánica desató un tsunami de olas de 2 a 3 metros de altura, ocasionando 2 víctimas en Perú y daños materiales a ambos lados del Pacífico, desde Tonga, hasta Alaska, Hawai, California y Chile.
El volcán Hunga se encuentra a unos 64 kilómetros al norte de la isla principal de Tonga, llamada Tongatapu, muy próxima a la Línea Internacional de Cambio Horario, esa línea imaginaria adoptada internacionalmente en la que se establece el cambio de día. Tonga se ubica al noreste de Nueva Zelanda y sureste de Fiji. En esa isla viven unas 105.000 personas.
La columna de cenizas arrojada a la atmósfera ha alcanzado los 30km, hasta alcanzar la capa de ozono, tres veces más arriba de los que vuelan los aviones comerciales. Sin embargo, parece la que cantidad de material sólido no es la suficiente como para tener una repercusión climática evidente.
Este tipo de erupciones volcánicas pueden liberar enormes cantidades de dióxido de azufre y de aerosoles que, en cantidades suficientemente grandes, pueden enfriar el planeta. Sin embargo, algunos expertos indican que, a pesar de lo aparatoso de la erupción, la magnitud de lanzamiento es demasiado pequeña. Así lo comenta Simon Carn, profesor de Vulcanología de la Universidad Tecnológica de Michigan. Tuiteó que las "columnas de dióxido de azufre no parecen ser extremas" hasta el momento. Tendría que ser de 5 a 10 veces mayor para comenzar a tener un impacto climático medible.
Las mediciones satelitales muestran que las cantidades de SO₂ fueron de 400 kilotones, las cuales producirían un impacto climático 50 veces menor que la erupción del Pinatubo de 1901, lo cual se traduciría en un enfriamiento de apenas 0,02ºC a nivel mundial.
Es la primera vez que vemos una erupción volcánica desde el espacio.
El satélite meteorológico GOES-17, perteneciente a la NOAA (Administración Nacional del Oceano y la Atmósfera, la Aemet estadounidense), pudo capturar este fenómeno sísmico desde 35.800km de altitud dándonos una impactante imagen en la que se puede apreciar la onda de choque vinculada a la explosión que se pudo oír en lugares tan lejanos como Alaska, a 8.500km del epicentro y sentir de manera indirecta en el resto del mundo, tal y como delataron los sismógrafos y los barógrafos. Y fue así cómo se apreció el España.
Recordemos que un barógrafo es un instrumento meteorológico que registra la presión atmosférica sobre un papel, por lo que se tiene un registro continuo de esta variable. Consta de una cápsula metálica flexible en la que se hecho el vacío y que, por tanto, se expande cuando la presión atmosférica disminuye y se comprime cuando aumenta. Es el mismo principio físico de los barómetros aneroides. Estas variaciones se trasmiten a un estilete terminado en una plumilla y ésta en un papel graduado. Se consigue así ver cambios atmosféricos que pasan desapercibidos.
Tan violenta ha sido la erupción que se produjeron varios tipos de ondas en la atmósfera. Una fue la onda acústica, debido a la descompresión violenta de los gases encerrados por el volcán al entrar en contacto con la atmósfera exterior. Estas ondas se propagan en las tres dimensiones del espacio, agitando todo el aire circundante a él, al igual que ocurre cuando tiramos una piedra sobre un estanque. Se producen, por tanto, una “olas aéreas” llamadas ondas de gravedad. Este fenómeno ya lo pudimos ver en la erupción del Cumbre Vieja en La Palma el año pasado. Abajo te dejo el enlace.
Estas perturbaciones meteorológicas se han detectado en los observatorios meteorológicos de todo el mundo, incluso en España. El trazo suave del barógrafo es quebrantado por una sacudida de esta onda de choque aérea procedente del Hunga Tonga, en la otra parte del mundo. Los cambios pueden llegar a ser de 2 a 3 hectopascales, similares a los que producen los reventones cálidos o las supercélulas tormentas. Hablamos, por tanto, de eventos muy violentos desde el punto de vista meteorológico.
https://twitter.com/AEMET_Canarias/status/1483056733568307205
Los sismólogos (y los geofísicos en general) llevaban vigilando al Hunga Tonga desde hace años ya que entró en erupción entre 2009 y 2014 y en las Navidades pasadas tuvo una mayor actividad, acentuada con la del sábado, 15 de enero que ha sido la demostración más notable y llamativa del poder volcánico capturada por un satélite meteorológico.
Este tipo de erupciones van acompañadas también de descargas eléctricas. Los medidores detectaron más de 60.000 rayos en los primeros 15 minutos tras la erupción. Si haces la cuenta, verás que te dan un ritmo de unos 70 rayos por segundo.
Daryl Herzmann de la Universidad Estatal de Iowa compiló datos de presión de aire de sensores en los 48 inferiores para ilustrar la ola que se desplaza por todo el país.
https://twitter.com/search?q=Daryl%20Herzmann&src=typed_query&f=live