5 Marzo 2025, 14:00
Actualizado 5 Marzo 2025, 14:00

No sé si te acordarás de la ola de calor que sufrió Canadá a finales de junio de 2021 con registros próximos a los 50ºC en la localidad de Lytthon. Las enfermedades crónicas y cardiovasculares se agravaron, con el consecuente aumento de la mortalidad en más de 400 personas. Aquí en la Península estamos batiendo récords de manera constante y los primeros estudios de impacto del clima en la salud van por el mismo camino.  

Sin embargo, por ahora, son escasas estas situaciones (1, 2 o 3 veces en un siglo) y esta circunstancia dificulta el poder extraer conclusiones o patrones que permitan su mayor comprensión y pronóstico. Para poder generar más eventos de este tipo, los científicos hacen que un modelo meteorológico entre en bucle durante, por ejemplo, 10.000 veces. En todas estos ciclos, el total de esos fenómenos son de 100, 200 o 300 lo cual facilita (y mucho) su estudio.  

Lo que ha visto es que los episodios de temperaturas extremas pueden estar condicionas de manera directa con la rapidez con que se seca el suelo. Así, cuando se va secando un terreno húmedo el calor es potenciado mucho más que si ya el suelo está seco.  

Esto juega a nuestro favor, ya que la gran parte de los suelos de la Península contienen poca humedad. El caso contrario aparece en las regiones de clima húmedo, como el Cantábrico y toda Europa, donde el contenido de agua retenido por las capas superficiales del suelo es mayor. Esto explicaría que la caída de récords de temperatura sea mayor en esos países (del orden de varios grados) que en el nuestro.  

Hace unas semanas se ha publicado un trabajo sobre este tema en la revista Nature. Hemos hablado con uno de sus autores, Albert Ossó, profesor asociado de la Universidad de Graz (Austria). Esta entrevista se emitió el pasado miércoles, 5 de marzo de 2025. Pincha en la imagen y eschúchala.  

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