Pocas construcciones tan sostenibles y sin apenas impacto ambiental como las que levantaban los tartesos. El ejemplo más paradigmático lo encontramos quizás en Cancho Roano, el poblado tartésico mejor conservado de la Península Ibérica y que fue edificado, según la mayoría de fuentes, en el siglo IV a.C.
Está ubicado en Zalamea de la Serena, y por eso la localidad ha organizado un taller para explicar su proceso constructivo al visitante de forma práctica y accesible. Lo más sorprendente es que los tartesos sólo utilizaron tierra.
Según los responsables del taller, lo primero que hacían los tartesos era diferenciar los tipos de tierra. No todas las tierras eran iguales, y había que elegir la más idónea para sus fines.
Mezcla con agua y paja
Después, seleccionada la tierra, era el momento de mezclarla con agua y paja para que ganara consistencia. "Se hacía con un molde de madera. Se introducía la tierra en el molde, se retiraba y después se dejaba secar el ladrillo", señala Yola Giappo, de la asociación Taph Taph, dedicada a la divulgación de las prácticas constructivas.
Medio centenar de personas han asistido a este taller, que ha puesto a los participantes en contacto directo con esta civilización, más allá de lo que puedan contar los libros.
Entre los asistentes también ha habido arqueólogos de otros puntos del país, deseosos de conocer los secretos del yacimiento de Cancho Roano, la joya constructiva de los tartesos durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro.