15 Agosto 2021, 7:00
Actualizado 17 Agosto 2021, 09:42

Dánao tuvo cincuenta hijas. Egipto, su hermano, cincuenta hijos. Las quisieron casar. Discutieron. Dánao las conduce hacia Argos, para que le supliquen a Zeus, a Helio, a Apolo y Poseidón, porque quizá Zeus solo no sea bastante. En otro lugar de la historia, un grupo de mujeres quiere recuperar los cadáveres de sus hijos. Son dos obras, tienen el mismo título, se escribieron en el mismo siglo. Esquilo hace decir a las danaides "que los hombres perezcan antes de apoderarse de las hijas de un tío y subir, a pesar de la ley que lo prohíbe, en tálamos que los rechazan".

El consentimiento no es nuevo.

A su destino van las hijas de Dánao” de Bryce C. Liston.
A su destino van las hijas de Dánao” de Bryce C. Liston.

En Eurípides, no hay matrimonios forzados, sino una guerra. Teseo y Adastro dialogan de la forma más política posible. Ah, la polis. La polis lo abarca todo, menos a los esclavos, a los niños y a las mujeres. Como las declaraciones de independencia, que nunca se acuerdan de las mujeres ni de los indígenas, como decía, siempre atinado, Howard Zinn.

Hay personajes masculinos poderosos en estas obras: Pelasgo, por ejemplo, ese rey que consulta con el pueblo y acata que el pueblo decide proteger a las mujeres y concederles asilo, qué importantes son las noches de asilo: eran tan importantes que Zeus se encolerizaría si el rey rompía las reglas que exigen hospitalidad para el que huye. Doscientos siglos después, no tenemos cólera de Dios, pero sí un montón de campos de refugiados en muchas fronteras. Da igual: esto es una tragedia: Zeus no se enfada, pero se enfada Egipto, el rey, que manda a sus barcos para entrar en guerra.

Como pasó con Helena de Troya, siempre hay una excusa para las armas y la sangre. 

Las armas y la sangre traen un montón de cuerpos que hay que enterrar. De la importancia de enterrar los cuerpos nos habló Antígona.

"Que libres habitamos esta tierra, sin consideración de gente prisionera, sino con el derecho humano del asilo. Que nadie ni habitantes del país, ni tampoco extranjero, nos pueda reducir a servidumbre; y, si alguien nos hiciera violencia, el noble que no acuda en nuestra ayuda quede privado de derechos y sufra la pena del destierro por decreto del pueblo", dice Dánao.

En otras versiones, las suplicantes se casan con ellos y los matan en la noche de bodas

Robinet Testard
Hipermnestra, de Robinet Testard

Bueno: los matan todas, menos una, Hipermnestra, porque Linceo, su marido, respeta su deseo de permanecer virgen. 

Qué buenos son los hombres buenos. 

Dánao la lleva a juicio por eso. 

"Nuestras suplicantes -dice Eva Romero, la directora de esta obra que ha escrito Silvia Zarco- son un encargo milenario que nos atraviesa como mujeres creadoras. Temblamos al descubrir en los originales cómo desde el siglo V a. C. vienen las mujeres exigiendo asilo político, derecho a decidir sobre sus cuerpos, respeto por los muertos y silencio para poderlos enterrar con dignidad". 

El fotógrafo Gervasio Sánchez, que ha hecho de su carrera (entre otras cuestiones) un proyecto sobre la búsqueda de los desaparecidos, me contó que ha encontrado más trabas en España que en Camboya.

Los vencidos a veces merecen respeto. Otras veces no, ninguno. No somos de equidistancias aquí: en esta página se toma partido y nos gusta Pelasgo y nos gustan las palabras de Teseo (cuando lo convence Etra, todo hay que decirlo) y nos gustan Linceo e Hipermnestra, padres de Abas, bisabuelo que fue de Perseo, el que mató a Medusa porque todas las historias están conectadas y porque, desde los griegos, la historia ha sido una lucha de clases: por el control de los cuerpos ajenos, la tierra, el derecho a enterrar a los propios muertos y la salvaguarda de la dignidad.
 

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