21 Julio 2022, 14:09
Actualizado 21 Julio 2022, 17:44

Es una casa patricia donde transcurre la vida de la familia de Minerva:  una romana del siglo I con marido e hijos artistas. El esposo es arquitecto,  la hija es dramaturga  y el nieto quiere ser escultor.  Hay debate sobre qué legados son más válidos, si los de los edificios construidos y reconstruidos o los de las obras literarias y teatrales e incluso sobre si es imperativo para la mujer el legar hijos al mundo.

 Hay debate sobre qué legados son más válidos, incluyendo el de tener hijos

Para Minerva (encarnada por una serenísima, elegante y dulce Assumpta Serna) la maternidad es su título más preciado, mientras que para su hija Gaia (gran papel de a extremeña Sara Jiménez) es un "bicho que me come el vientre", y por lo que está dispuesta a abortar, sintiéndose como se siente dueña de su propia vida y de sus propio sueño: el de ser dramaturga.

Perseguir los sueños propios, cueste lo que cueste

Porque son precisamente sueños lo que persiguen todos los personajes de esta obra.  Sueña el padre arquitecto, Céler (encarnado por Francesc Albiol, con grandes momentos sobre la escena) con honrar al emperador  y al mundo a través de sus obras más excelsas. Y sueña Minerva, que quiere nietos sí, pero también ver triunfando a su descendencia.  Hijos a los que a veces hay que dejar atrás, como hacen Gaia y el emeritense Julio Lacer (el almendralejense Arturo Núñez, a la altura del Teatro Romano en su debut en el Festival). Ella para ver representadas sus obras en Hispania y él, para remodelar el Teatro Romano de Mérida (lo que está atestiguado es que fue arquitecto del Puente Romano de Alcántara, pero en esta obra, de texto completamente nuevo, hay varias licencias para conectar con el monumento y con el público). También sueña Petronio (emocionadísimo el neoyorkino Robert Giordano), que quiere ser escultor e incluso Domiciano (Carlos Ceña y su imponente voz encarnaron al emperador), para quien no hay mayor pesadilla que no sentirse amado. Para Pólux (muy bien Fermín Núñez,  productor del espectáculo y director de Samarkanda Teatro, sobre todo en su parlamento) el sueño es proteger a la familia de Minerva y conseguir un mundo más justo.

Larguísimos viajes en el tiempo, en el escenario y en los géneros

Hay larguísimos viajes en el tiempo (desde el emperador Domiciano hasta Adriano). Y también los hay a través de lugaresDe la casa patricia de mármol de Roma, se pasa al Teatro de Emerita Augusta en el que incluso rugen los leones del vecino Anfiteatro. Y hay amplios recorridos desde la valva regia a los laterales (la majestuosa escenografía de Luisa Santos recorre todos los metros posibles de la escena) Y se transitan trayectos más cortos, de apenas segundos, para pasar de la cotidianidad a la tragedia e incluso la comedia (destacan aquí Juan Carlos Castillejo como Cupido y Carmen Adsuara y su tono cercano al cine de destape).

Dos horas dura esta obra en la que la iluminación (Fran Cordero) guía al espectador por las estancias de la casa familiar de Minerva,  y en las que el micromapping (Nuria Prieto) le introduce en el mismísimo senado romano. Tiempo de sobra para reflexionar sin transgredir y con calma.

Se habla de compasión y se habla de libertad de pensamiento, especialmente en las declamaciones de Clemente (el emeritense Francis J. Quirós encaja a la perfección el papel de este cristiano); pero también la reivindica la esclava Tácita (Vero Parreño le da acento argentino a la pancarta que pide este derecho). 

Una historia de romanos fuera de la épica, pero dentro de lo mejor del ser humano

También hay temas más actuales, como el derecho al aborto: "es mi vida y es mi cuerpo", proclama la joven Gaia e incluso el poliamor. Pero todos se tratan de forma pausada y sin estridencias. Ni siquiera el alzheimer de Céler ni el ocaso de Minerva duelen demasiado porque aunque hay tragedia, no hay como los mismos autores han elegido, elementos para la épica. Sí los hay, en cambio, para emocionar y sacar lo mejor del ser humano. Y para poner al pie al público del Festival.

El Misántropo iba de griegos y esta va de romanos. No hay forma más clásica para hacer hablar a los clásicos. Y escucharlos así siempre gusta en el Teatro de Mérida. "Esto es prueba de que Minerva puede funcionar", concluyó el director, Scott Cleverdon. El escocés, como Gaia, quiere girar su obra por toda España, pero no solo eso. También quiere llevar Minerva a los Teatros clásicos de toda Europa.

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