Si el deseo sexual femenino es un color, en Marta Pazos es claramente el rosa. Y si hay un nombre para ese deseo, ese es el de Safo. La poeta de Lesbos resucitó anoche en Mérida, y lo hizo, tras ser enterrada y luego invocada por sus parcas.
No se había suicidado por el amor de Faón, como contó Ovidio, sino que había muerto en su lecho, entre sus sábanas y de anciana. Fue el primer mito que tiraron abajo las creadoras de la Safo de Lesbos. Una Safo que anoche fue una Safo de carne y hueso. La Safo de Mérida se metió en la piel y en la voz de Christina Rosenvinge para reflejar sobre las piedras del Teatro Romano la imagen de una mujer que fue real y que fue esencialmente libertad y sobre todo, talento.
Musas tocando el keitar, la batería y el tecnocaster para rimar a Safo
"Deseo y después busco", recitó casi en susurro la cantante hispano-danesa. Y musicó otros tantos de los menos de 200 versos que han sobrevivido de la erótica de la poeta griega. El universo de Safo rimó con una propuesta plástica que, casi siempre, parecía un cuadro. Lienzos, a veces de inspiración costumbrista, con plañideras en un velatorio; otras de estética pop-rock, con musas tocando el keytar, la batería o el tecnocaster ; y en ocasiones, también acuarelas con ninfas danzantes al ritmo de la guitarra española. Marta Pazos es Bellas Artes especializada en pintura: no es extraño, por tanto, el pantone que pudo ver anoche el público de Mérida. Fue una paleta de colores sobre la que se escuchó sobre todo música y deseo sexual a borbotones, y sobre la que vimos también desnudos y vestidos de Pier Paolo Álvaro, a cargo del vestuario.
La Safo de Mérida, se metió en la piel y en la voz de Christina Rosenvinge para reflejar sobre las piedras del Teatro Romano la imagen de una mujer que fue real y que fue libertad y talento.
Sonaron composiciones musicales que resultaban fragmentarias, pero a qué iban a sonar, si de la poesía de Safo solo nos han llegado fragmentos y unas cuantas palabras sueltas. De respetar los silencios y las ausencias y rellenar los huecos de la de Lesbos, se encargó el texto de María Folguera. Mezclando leyenda e historia, su dramaturgia acaba ofreciendo una traducción y versión propia del mito y sobre todo una deconstrucción claramente investigada. Lo que Folguera ha escrito se recitó a veces de forma desnuda y otras a ritmo de batería y era claro y directo como la lírica de Safo.
"Algún día, alguien se acordará de nosotras"
Entre las musas, la que más brilló fue la del Teatro (Natalia Huarte, que también fue parca y que fue además la que cuestionó a Ovidio). Y destacan también la enamorada de Safo (Lucía Bocanegra) y la adorada diosa Afrodita (María Pizarro). Ellas se encargan de resucitar a la poeta para contarle que, efectivamente, la gente se ha acordado y mucho de ella ("Algún día, alguien se acordará de nosotras", preconizó Safo hace 28 siglos); pero que lo que se había escrito era, sobre todo, mucho mito y mucha leyenda.
La Safo-mujer real de esta propuesta se movió entre frenesí, catarsis y orgasmos y rodeada del universo de Safo: manzanas (del canto de bodas sáfico), lechugas (con propiedades psicotrópicas en ciertos preparados vegetales de la época) y gorriones (que tiraban del carro de Afrodita). También había una sandía y, aunque la sandía no es Safo de Lesbos, sí fue definitiva para esta Safo de Mérida. Mientras Rosenvinge versionaba el bellísimo "Si un momento te miro no me viene la voz, se me quiebra la lengua [...] y me zumban los oídos", las actrices comían de este fruto y lo convertían en símbolo del placer máximo y sin culpa.
Sobre el escenario se respira, literalmente, deseo, especialmente en la escena de despedida entre Safo y una de sus amantes, dispuesta a casarse con una armadura que termina haciéndola caer en el suelo (la danza es esencial en la propuesta).
Y luego "se puso la luna y pasó media noche y Safo se fue a dormir sola". Sola, pero dejando algo de aroma dionisíaco y mucho de sabor afrodisíaco entre las caveas y la orchestra. Un cocktail de placer y deseo para beberse a una Safo que es símbolo de libertad, creatividad, sororidad y talento.
Gustó la obra y nuestra encuesta entre el público contó no con pocas opiniones. Quizá elegimos la grada entusiasta pero, esta vez, todas estaban de acuerdo.