Las adopciones de linces son un proceso delicado. Lo saben bien sus criadores: son las hembras de lince las que deciden si quieren acoger o no a una cría que no haya parido. Por eso, los profesionales del centro de crías La Olivilla, en Jaén, prepararon con el mayor mimo esta adopción.
La madre adoptiva era Jandra, jienense. El cachorro, extremeño. Procedía del centro de cría del lince de Granadilla tras ser repudiado por su madre días después de dar a luz. Los criadores lo colocaron en el 'cajón de adopción', un cajón de madera cerca de donde suele moverse Jandra. Cuando esta escuchó los primeros lamentos, Jandra acudió curiosa. Y cuando vio al cachorro, no lo dudó: comenzó a lamerle y lo trasladó junto a los dos cachorros a los que acababa de dar a luz.
"La adopción significa libertad", recordaba la técnica responsable del centro de cría, María José Pérez, porque si hay que criarlo a biberón "esto hace que sea más difícil que sea liberado en el campo porque tendría demasiados vínculos con las personas". Así que objetivo conseguido: el pequeño cachorro extremeño ya tiene nueva madre y dos pequeños hermanos con los que jugar.