No me digas que nunca te han llamado la atención las imágenes de termómetros estadounidenses con esos valores veraniegos por encima de los 100. No me lo digas, porque no me lo creo. Esta curiosa escala se la debemos al científico Gabriel Farenheit que nació en la actual Danzig (Polonia, 1686) y que murió en La Haya (Países Bajos, 1736).
Desde que Galileo construyó su termoscopio en 1593 la controversia por la medida de la temperatura estuvo presente hasta el siglo XVIII (e incluso el XIX cuando los físicos diferenciaron calor, de temperatura). El genio italiano ideó un dispositivo en el que la altura de una columna de agua daba una idea de la temperatura ambiente. Tomó un recipiente de cuello largo y lo llenó parcialmente de agua. Lo invirtió sobre una cubeta con una película agua y parte del agua del recipiente se acumuló sobre el cuello. La expansión o comprensión del aire de la parte superior obligaba que altura de agua variase.
Un sencillo “termómetro de agua” que tenía sus inconvenientes: el agua se congelaba en invierno, se evaporaba y se condensaba en la parte superior, además de su propia dilatación anómala. Recuerda que el agua es una de las pocas sustancias que es menos densa en estado sólido que líquido. En fin... que no era lo mejor, pero, ¡oye, fue un intento!
Los termómetros como nosotros los conocemos (el del depósito de mercurio o de alcohol unido a una columna graduada) aparecieron mucho después, al tiempo que aparecieron otras muchas escalas. La que nos centra hoy, como hemos dicho, es la de Fahrenheit.
La verdad es que es difícil poner un cero, un origen, a la temperatura. ¿Dónde hay temperatura cero? Es como poner un origen al tiempo. Para la masa, la longitud, la velocidad, la corriente eléctrica... es más fácil. Pero para la temperatura hay que establecer al menos un punto y a partir de ahí, “empezar a contar”.
Según un artículo publicado en 1724, Fahrenheit determinó su escala con dos puntos de referencia. Celsius estableció el 0 para la congelación del agua y el 100 para su ebullición, mientras que Fahrenheit puso “su cero” en una mezcla frigorífica de agua, hielo y cloruro de amonio que tiene la propiedad que mantener la temperatura constante durante un tiempo razonable. El valor de esta temperatura corresponde con unos -18ºC de nuestra escala. ¡Compruébalo mirando un termómetro!
El segundo punto (los 100ºF) lo estableció en la temperatura del cuerpo humano, a unos 37ºC. Así que siempre tengas fiebre, estarás a 100 grados... ¡100ºF!
A partir de aquí ya es coser y cantar. Dividimos nuestra escala en 10 partes iguales y éstas, a su vez, en otras 10 y nos queda una maravillosa escala que, a día de hoy, sólo es usada por los países anglosajones.