Las nubes se clasifican en función de la altitud a la que se encuentran. En particular, las nubes altas que son aquellas que se encuentran entre los 7 y los 12km de altitud.
A esa altura la temperatura es tan fría y la presión tan baja, que estas nubes están formadas, en general, por cristales de hielo. Todas ellas tienen aspecto filamentoso, sin forma definida, y con colores blanquecinos. Con cierta frecuencia preceden a los sistemas frontales. Así, tenemos:
Los cirros. Suelen tener una apariencia delicada y filamentosa. Nos recuerda a jirones de pelo, a los rabos de los gatos de angora o a los anzuelos de pesca.
Si los cirros tienen un aspecto más desfigurado y uniforme, tenemos los cirroestratos; que se presentan con un velo traslúcido blanquecino y que deja ver el Sol y la Luna, por este motivo, todos los objetos proyectan su sombra. Con frecuencia dan lugar curiosos fenómenos ópticos dada su constitución de microscópicos cristales de hielo de forma hexagonal. Uno de los más conocidos son los halos solares. Consisten en una circunferencia luminosa concéntrica al sol que se origina cuando los rayos del Sol interceptan los cristales de hielo que forman las nubes altas. Éstos a su vez actúan como si fuesen prismas de vidrio, descomponiendo la luz solar blanca en los colores del arco iris.
En cambio, si tiene un aspecto más grumoso, como si fuesen granos de arroz, tenemos los cirrocúmulos. Están constituidas por minúsculas gotas de agua líquida, pese a estar a temperaturas bajo cero (es lo que se denomina agua subenfriada). Por estar formadas por gotas de lluvias, este tipo de nubosidad no forman fenómenos ópticos.