Tras los brotes detectados en los últimos días, la actividad de los temporeros se ha convertido en uno de los 'puntos calientes' en la transmisión del coronavirus. Estos trabajadores desarrollan su actividad al aire libre, por ello, los principales motivos de contagio son la ausencia de distancia de seguridad, la falta de mascarillas y de higiene en las manos. Todo un protocolo de seguridad, que no ha sido fácil implantar.
Miguel Ángel Gómez, director general de la Asociación de Fruticultores de Extremadura, asegura que el inicio de campaña ha sido complicado: "Hemos tenido todas las dificultades. Ha habido que invertir mucho dinero en material. No teníamos existencias. Todo el stock sanitario que teníamos de mascarillas y de EPI lo donamos a Sanidad porque lo necesitaban en ese momento. Por ello, hemos tenido que recurrir a mercados internacionales para buscar ese tipo de productos"
Ha habido que invertir mucho dinero en material. No teníamos existencias. Todo el stock sanitario que teníamos de mascarillas y de EPI lo donamos a Sanidad porque lo necesitaban en ese momento.
Muchos de los temporeros vienen de otras regiones y países. Y una vez en Extremadura suelen vivir juntos en las mismas viviendas. A veces, demasiadas personas en poco espacio. En esos casos son los propios trabajadores los que tienen que ser responsables. Al menos eso es lo que defienden los empresarios, ya que aseguran que ellos solo pueden establecer medidas de seguridad en sus explotaciones.
Unas medidas que son también muy importantes en las centrales hortofrutícolas, donde llega la fruta del campo para ser procesada y envasada. En ellas, las medidas de seguridad se intensifican con controles de temperatura y paneles que separan los puestos de trabajo. Y es que todas las medidas son pocas para evitar el temido rebrote y la vuelta al confinamiento.