Coincidiendo con el Día de la Tierra, el programa Copernicus publica su habitual informe, un exhaustivo análisis climático de año pasado y las proyecciones para las décadas siguientes centrándose, fundamentalmente, en Europa y en el Ártico.
El objetivo de este organismo es conseguir una completa y precisa observación terrestre para, entre otras cosas, mejorar la gestión y conservación del medio ambiente, comprender y mitigar los efectos del cambio climático y garantizar la seguridad civil.
Las conclusiones son, de nuevo, preocupantes: 2021 ha sido el quinto año más cálido y, en particular, el verano europeo ocupa el número uno desde que se iniciaron los registros. De hecho, la temperatura media de Europa estuvo 1,0ºC por encima del promedio de los últimos 30 años. Un valor condicionado por el verano que fue el más cálido desde que hay registros.
A pesar de que la primavera entró en Europa con temperaturas más bajas de la media, e incluso con heladas tardías en Centroeuropa que afectaron negativamente a la agricultura, en verano los registros fueron más altos de lo propio. Junio y julio tuvieron anomalías de hasta +5ºC en los países bálticos.
Un verano con varias olas de calor (algunas de varias semanas), una de ellas en nuestro país. Pero la más severa la sufrió Italia con una máxima de 48,8ºC cerca de la ciudad de Siracusa, en Sicilia. Un dato que, a día de hoy, es la temperatura máxima más alta medida en el continente.
Estas condiciones de sequedad generalizada propiciaron numerosos y devastadores incendios forestales, especialmente en Italia, Grecia y Turquía. La superficie quemada total a lo largo de julio y agosto en la región mediterránea superó las 800.000 hectáreas.
No nos olvidamos de las inundaciones en Europa occidental. El 14 de julio se cayó el cielo en Bélgica y en el oeste de Alemania, con riadas históricas en la cuenca del río Mosa, un afluente del Rin. Un evento sin precedentes y que causó más de 100 víctimas.
Se dio la circunstancia, además, de que la borrasca tuvo una lenta progresión por el interior del continente, canalizando miles y miles de toneladas de aire húmedo desde un mar Báltico inusualmente cálido, como ya he comentado.
Crecidas de ríos potenciadas por la saturación del suelo que actuó a modo de impermeable, favoreciendo la escorrentía de arroyos y ríos.
Como es habitual, el Ártico fue una de las zonas que más sufrió los efectos de las altas temperaturas. De hecho, las emisiones de CO2 fueron las cuartas más elevadas desde 2003, sobre todo en la Siberia oriental. La superficie de hielo sigue a la baja, como en las últimas décadas.
Merecen mención los grandes incendios forestales en la Siberia subártica que provocaron la propagación de humos por todo ese sector. Se registró la cuarta mayor cantidad de emisiones de carbono procedentes de incendios forestales desde 2003, sobre todo de Siberia oriental. Por suerte no llegamos a los niveles de récord registrados en 2020.
Suma y sigue en cuanto a las concentraciones de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono (CO2) y, especialmente, metano (CH4) siguieron aumentando a lo largo de 2021, en torno a 2,3 partes por millón (ppm) y 16,5 partes por mil millones (ppb), respectivamente.
Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), comentó: «2021 fue un año de extremos que incluyó el verano más caluroso en Europa, olas de calor en el Mediterráneo, inundaciones y escasez de viento en Europa occidental que demuestran que la comprensión de los extremos meteorológicos y climáticos resulta ser cada vez más importante para sectores clave de la sociedad. La información climática precisa es ahora clave para ayudarnos a tomar decisiones informadas».