Hace unas semanas la misión “CloudSat” de la NASA, ha llegado a su fin y lo ha hecho superando con creces los objetivos para los que se creó. Ha recorrido nuestra atmósfera por todos lados: desde los Trópicos hasta las cercanías de los Polos, desde la superficie terrestre hasta varios kilómetros de altitud, de día y de noche a una velocidad inimaginable de más de 27.000 km/h. Tenía una vida útil de dos años, pero aguantó hasta los 17.
Portaba multitud de instrumentos, con la tecnología más actual y capaz de diseccionar milimétricamente las estructuras nubosas. Gracias a este satélite, se ha podido estudiar con más detalle el interior de las nubes, de los frentes y de los ciclones; las corrientes de vientos y el reparto de la nieve, del hielo y de la lluvia, todo como si fuera una radiografía en 3D. Miles de datos que ya han sido empleados en cientos de artículos.
El CloudSat fue lanzado en 2006 llevando consigo un radar, pero le acompañaba una constelación se satélites (así se llama) que aportaba más instrumental, como un lidar que, a través de la emisión de pulsos de luz, ha aportado información sobre el brillo de las nubes y de los aerosoles, los microscópicos sólidos (como polvo, cenizas y hollín) que son arrastrado por el viento.
Sobre este proyecto estuvimos hablando con Bernat Puigdomènech Treserras, ingeniero informático en la Universidad de McGill (Montreal, Canadá) y asistente de investigación en este proyecto de la NASA y en otros de la ESA. Esta entrevista se emitió el pasado martes, 28 de mayo de 2024, en “El Sol sale por el oeste”. Pincha en la imagen y escucha la entrevista.